ᴜɴᴏ

220 26 6
                                        




Durante la reunión de negocios incomoda de Satoru —que más que reunión, fue como esa sección de chismes de los programas de televisión donde empiezan a sacar los trapitos al sol de todos a todo esplendor, humillando en el proceso— y de su posterior huida, podíamos poner sobre la mesa un par de cosas que claro, él mismo ya tenia grabadas dentro de su cabeza.
La primera: que el nuevo trabajo sería demasiado tedioso; y la segunda y no menos importante: Satoru ya no tenía un control propio por sobre su voluntad.

Al huir a Estados Unidos lo supo muy bien. Los grandes edificios y la gente era incapaz de sanar y ocultar el dolor de sentir que durante los últimos años de su vida, Satoru resultaba ser un completo extraño para sí mismo. Cómo un dolor de cabeza, una sensación de hormigueo que fácilmente, en su conciencia, podía hacerlo caer en una espiral que lo acorralaba y sin querer lo hacía entender que la situación era aún más difícil que esa. Se trataba más bien de que Gojo había experimentado tanto, que a decir verdad, no entendía ya muy bien su papel ni su propósito en la vida.

¿Era un villano por ser un sicario, o era un héroe por hacerlo? Lo que a los policías les solía agradar de trabajar era disparar a los bandidos, pero Satoru había perdido ya la cuenta de los disparos que soltó con su arma, y sobre todo, desde cuál de ellos esa labor había dejado de ser satisfactoria.



Era de esa cruel manera que a la par de cuando Satoru Gojo llegaba a casa y se echaba al sillón a intentar olvidarse de todo eso, bastante hundido en la tristeza de su propio ser, muy a lo lejos, un despertador se encendía, y sin más, Suguru Geto despertaba.

La luz se encendía de entre las ventanas de un edificio de mala calaña en el punto rojo de la ciudad, un lugar dónde las pandillas, los clanes y en resumen, toda la vida delictiva de Shibuya y sus alrededores vivía cómodamente: el corazón del ghetto de Shibuya.

No había pasado tanto desde que Suguru se había mudado a esa nueva locación, unas unidades grises que habían caído en el abandono de la administración, pero que de una manera u otra, se mantenía entera ante las lluvias y los temblores. A decir verdad, Suguru era prácticamente un residente que daba vueltas en cada punto de ese barrio, del cuál, sorpresivamente no huía, ni tampoco buscaba hacerlo a pesar de que el lugar era por demás una zona conflictiva. En el pasado vivía con su madre a las orillas de la zona comercial, pero debido a su ubicación era muy ruidoso. Fue así que poco después fueron adentrándose en las entrañas de ese lugar que, muy amenudo en las madrugadas, solía estar lleno de delincuentes, balaceras, drogas y violencia.

Pero a Suguru no le importaba demasiado. Era un niño muy feliz, y lo fue hasta que su mamá murió y tuvo que vérselas él solo.




Pasados quince minutos de levantado, Geto buscó sus llaves, una chaqueta y salió solo para toparse con el eco de los gritos de una riña matutina que además de molesta, tenía a algunos de los vecinos asomándose por las ventanas, escuchando el primer chisme del día.


—¡Buen día, Geto! —Le saludó su vecino de al lado, un tal Yuta Okkotsu, desde la ventana.—¿No sabes qué se trae el administrador ahora?

Geto devolvió el saludo con la mano y negó.

—¿Es el administrador?


—Pues eso creo. Estaba echando a alguien del departamento de abajo, pero luego empezó a gritar.



Los únicos que le dirigían la palabra al chico eran, o el administrador porque tocaba a su puerta a fin de mes para cobrarle la renta, y el propio Suguru, quien más que nada lo hacía por rutina y educación.
¿La razón? los miles de rumores que afirmaban que a sus cortos diecinueve debía una fuerte cantidad de dinero a bastantes capos y gente pesada de la zona, además de los numerosos problemas que se cargaba tanto con las drogas como con las apuestas. Por ello, en la lógica colectiva, era solo cuestión de tiempo para que Okkotsu apareciera muerto en su departamento.

• ʸᵒᵘ ᵏⁱˡˡᵉᵈ ʰᵉʳ ˢᵃᵗᵒʳᵘ! ʸᵒᵘ ᶠᵘᶜᵏⁱⁿᵍ ᵏⁱˡˡᵉᵈ ʰᵉʳ!! • [ ˢᵃᵗᵒˢᵘᵍᵘ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora