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Aquel beso había despertado muchas sensaciones en la rubia y el ojimorado se sintió extraño al besarla y ver aquella cabellera al abrir sus ojos.

— Arth... —antes de hablar, se vió interrumpida por las trompetas que indicaban que los invitados empezaban a llegar—

Arthur se sorprendió al ver que todavía no era ni mediodía y ya había bastantes personas presentes a la entrada de Camelot y todo el camino que recorrerían los invitados, todos estaban emocionados y la ciudad simplemente estaba hermosa con las decoraciones de los aldeanos, eso llenaba de orgullo a Ginebra.

— Se nota que se han esforzado bastante por presenciar nuestra próxima unión —mencionó la ojiazul—.

— Eso parece, yo también me siento agradecido de que tu seas mi prometida, eres gentil con todos —sonrió el contrario—.

— Es mi gente después de todo, ¿No?el chico asintió y ella agradeció que no recordará el incidente que había tenido con Angélica y aún más agradecida estaba de que ya no era un problema en su camino—.

— ¿Vamos? —extendió su brazo a la chica quien asintió con una sonrisa—.

Se posicionaron para poder darle la bienvenida a los invitados y los sirvientes se encontraban listos para poder recibir a todos y cada uno de los visitantes, poner los equipajes en las habitaciones y muchas más cosas.

[...]

A lo lejos pudo divisar Camelot y pudo ver a la gran multitud que se aproximaba, mucha gente había ido a las celebraciones previas a la boda, entre todos los pueblos y reinos que asistían al evento, solo uno en particular llamó la atención de Meliodas: El reino de Cameliard. Elizabeth le había contado que la prometida de Arthur era de ese reino pero que se caracterizaban por ser ambiciosos.

— Ban, King —llamó Meliodas serio y pensativo—.

— ¿Qué pasa, Capitán? —preguntó King?

— ¿Si, Capitán? —habló Ban—.

— Me gustaría que mantuvieran vigilados a los del reino de Cameliard —explicó—.

— ¿Hmmm? ¿Por qué ese especial interés? —preguntó el Rey Hada mirando a el grupo perteneciente a aquel reino—.

— Si... Algo no parece estar bien

— Ay, Capitán. Solo dí que no te caen bien por que de ahí viene la prometida de Arthur —mencionó Ban abrazándolo por el hombro—.

— No es eso, solo presiento que no son de fiar —confesó aun serio—.

Habían recibido ya bastantes personas y Arthur perdía las esperanzas de que fueran los pecados capitales

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Habían recibido ya bastantes personas y Arthur perdía las esperanzas de que fueran los pecados capitales. Tal vez Gowther se había negado a su petición. Bajó su cabeza triste.

— ¡Y con ustedes, los siete pecados capitales! —vociferó un hombre que tan solo estaba a unos metros de distancia de los futuros esposos—.

— ¿Qué?... —murmuró Ginebra sorprendida, ellos no podían aparecerse por ahí, sobretodo si quería conservar a Arthur—.

— ¡Están aquí! —murmuró completamente emocionado Arthur—.

Ginebra sabía que ellos no podían aparecer, sin embargo, estaban ahí, ¿Cómo? ¿Los guardias eran tan ineptos que no notaron que ellos entraron? Rápidamente llamó a una sirvienta.

— Avisale a Lady Merlín que los siete pecados están aquí, rápido —ordenó con enojo—.

[...]

Había actuado tras bambalinas y había sido un éxito, sin embargo, no había sido tan fácil hacer tanto hechizos sin que se dieran cuenta. Al mirar a Ginebra llamar a una sirvienta, sabía que ella sería un problema en el futuro.

— Así que de eso se trataba... —murmuró Gowther para si mismo—.

Tenía que retrasar a la sirvienta o Meliodas no llegaría a tiempo con Arthur, era una batalla con el tiempo la cual no podía perder, menos sabiendo que el lugar que había escogido Ginebra, no quedaba muy lejos del laboratorio donde Merlín siempre se mantenía.

— Usó esta estrategia por si tenía que llamarla rápidamente —analizó de camino hacia la joven, quedaba lejos de aquella mujer pero tenía que llegar— Es lista. Le avisaré al Capitán más tarde sobre esto.

Aquella chica solo tendría que correr un poco más para darle aviso a Merlín y que todo estuviera acabado.

[...]

Meliodas estaba tan emocionado que no podría ocultarse más, estaban a punto de estar frente a Arthur. Cuando sintió a Diane pararse, salió de su escondite con rápidez.

— Es un gusto al fin conocerlos, Siete Pecados Capitales —habló Arthur haciendo una reverencia junto a Ginebra—.

Meliodas miró a la prometida de su amado, acaso... ¿Tenía el ceño fruncido? Decidió no tomarle importancia, pues ya estaba con la única persona con la que quería estar.

— El honor es nuestro, Su Majestad —Arthur miró a Meliodas y viceversa—.

Todo su ser tuvo un cosquilleo acompañado de melancolía, algo en él lo llamaba acercarse al de menor estatura. Sintió que tenía que acercarse, dió dos pasos y Ginebra trató de tomar su brazo hasta que Merlín apareció, tapando el paso a Arthur.

— ¿Qué sucede aquí? ¿Qué hacen ustedes aquí? —cuestionó mirando de mala manera a Meliodas— Sobre todo tú... —murmuró solo para ellos dos—.

— Lo mismo digo, Merlín —habló Meliodas—.

El rubio pudo notar el nerviosismo de Ginebra, lo cual llamó su atención, quería saber el por qué de su actitud pero primero estaba Merlín.

— Arthur... —tomó el brazo de su prometido— No me siento bien...

— Vamos adentro —cargó a Ginebra y antes de irse se dirigió a la hechicera— Son mis invitados, Merlín. No lo eches de aquí.

Meliodas miró como el amor de su vida se alejaba teniendo en brazos a su prometida y se sintió como si lo apuñalaran varias veces en el corazón.

Pero ahora tenía que ocuparse de algo más importante que Ginebra: Merlín y de conseguir respuestas de su absurdo comportamiento.

Memories of a forgotten love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora