VII (Final)

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Pasaron unas semanas y un día Romeo merodeaba por las calles, pareció haber pasado todo en un segundo en su cabeza. Erró mucho y eso le disgustó. La pensó más que su vida. Nada se asemejo a como el principio, sí, cumplió siete años, sí, los PJ Masks fueron los únicos que festejaron con él. Sí, todo era un amargo 'sí'.

No lloraba, mas bien se lamentaba de los conflictos. Internamente se disculpaba con ella. A veces creía que ella lo esperaba para salir y un día encontrarselo, charlar y reconciliarse... eso era una ilusión y no la realidad. Se puso a pensar ¿cuántas veces la miró a lo lejos por una oportunidad? ¿cuántos momentos deseó ser el otro a quién Luna siempre acudía? ¿cuántas veces desperdició tiempo a causa de su orgullo y mal genio?

Mucho tiempo desaprovechado, sin duda.

Sentía que la vida corría, todos a sus metas y el apenas estaba iniciando. Sentía que los nuevos villanos que llegaban como Pharaoh Boy; Octobella; Robot Pirata; Orticia y más, lo hacían ver como un fracasado e incapaz. Los nervios lo carcomían cuando se acercaba a esa niña, y ella actuaba como si nada. También llegaba a encerrarse en la fábrica voladora como método de aislamiento.

—Sé que no te necesito, pero la sensación de incompleto me está horcando...

Hace tiempo eran mejores amigos, en ese momento unos desconocidos.

A veces le entraban ganas de gritar todo a todos para que supieran en que situación de su vida se encontraba. Mas nadie lo podría entender.

Sólo él y Luna.

Porque con sus miradas se hablaban más que con palabras, pero nadie se animó a prestar atención.

••

Romeo se cubría el rostro con sus manos y soltaba quejidos mientras lloraba, se hallaba sentado y abrazaba sus piernas. Era la tercera vez que lloraba después de sobrepensar.

—No hay nada que tenga de especial, debí seguir ocultándome de este mundo. Todo es mi culpa. —Con su manga se limpió las lágrimas. Cerraba sus ojos por inercia, en esa noche sin saberlo se avecinó una tormenta.

—Igual...

—Soy el típico villano lamentable. Debo hacerle caso a mis impulsos cómo arreglar las cosas. Estoy perdido.

Al perdurar su llanto, sintió una caricia en su espalda, una que lo hizo ahogarse entre lágrimas. La tormenta comenzó. También inició el conteo final para tomar una decisión: olvidar o amar.

—¿Sábes? Era tierna, bondadosa y puedo tener la certeza de que era la niña más amable que conocí en esta tierra. En esta y en la galaxia.

—Ohh. Él era único, tenía una inteligencia impresionante y me hubiese gustado regalarle más arte...

Finalmente, Romeo se giró a verla. Era ella. La albina más bonita que conoció a su persepción, estaba a su lado. Un deseo que siempre tuvo desde que su amistad terminó, fue tenerla devuelta.

—Luna, eres tú.

—Sí, y tú estas aquí también ¿qué curioso, no? —Rió traviesa.

—Y-yo... —Se oyeron los truenos, casi haciendo imposible oír con claridad. Este estaba agradecido, no sabría que decir—. No sé que decir.

—No te preocupes. No pasa nada. —Desvió su mirada hacia los rayos del cielo.

Romeo estaba cohibido de sentimientos, y con duda, se arrimó a la jovencita de su lado. Fue clave, pues Luna tomó el valor para soltar el ego.

—Hace mucho no hablamos. Amaba conversar y juntarme contigo. Es que, a diferencia de todos los demás niños y gente que conocí en mi vida, ninguno me hizo lograr olvidarte. Sí, suena cruel, pero yo deseo mi bienestar. Es decir, me gustaba estar cerca de ti, me acostumbré a tu sonrisa y a que me cuentes tus sueños como yo contigo. Pero no logro olvidarme de ti —finalizó soltando lágrimas. No era de llorar frente a nadie, sin embargo, confiaba.

Él sonrió y ocultó esa mueca, seguía con el temor de qué si demostraba una parte de él, habría quien se burlase.

—No sabes cuánto esperé por escuchar esas palabras.

—No te quiero perder.

—Yo menos —murmuró cerca y pasó uno de sus brazos a los hombros de ella—. Perdóname por ser un cabezota...

La albina rió por su comentario—. Yo también me debo disculpar, te traté mal e ignoré por tanto tiempo. Debió ser horrible, debió ser una completa tortura que una persona del pasado te vea como un desconocido. Todos piensan eso en esta ciudad, es una pena.

—Pero el mayor culpable soy yo, no lo digo fingiendo modestia. Es una verdad. Sé que con el tiempo cambiaste y yo, pero siempre te veré como la triunfadora de las noches. —Luna alzó una ceja—. La que tiene un palacio allá lejos, eres mi Lunita especial.

—Aww, qué dulce. Me siento bien al estar contigo. —Mientras la lluvia mojaba sus ropas, otro relámpago los sobresaltó—. Vaya... hace frío.

—Sí, podemos ir a otra parte si gustas.

—Tienes razón, me niego a pescar un resfriado, vamos.

Ella se levantó junto a Romeo y agarró su mano para arrastrarlo. Su amigo ante el tacto se le acaloraron las mejillas, de pronto su corazón palpitó de felicidad, no esperaba que tomara su mano.

—¿Qué tiene?, tú me guiaste en un momento, ahora yo quiero ser quien te guie —razonó ella. Entonces suspiró—. No sabes cuánto te quiero, Romeo.

—Por dios, ¿en serio deseas que lloré en medio de una tormenta, Lunita?

Esta volvió a reir—. No, pero si vas a llorar que sea de alegría. ¿Me lo aseguras?

Él asintió. Antes de seguir caminando, dirigió su vista arriba.

—Quién diría que tus sueños iniciaron por mirar la luna.

—¿Mmm?

—Y los míos se unieron a los tuyos.

—Ya te dije que mis sueños son los tuyos —le replicó ella.

Dicho eso, de la mano se marcharon a un refugio y pasaron las horas disfrutando de su compañia; igual que antes. La felicidad no cabía en el corazón del menor y lo demostraba con una sonrisa al compartirle anécdotas.

—No te separes de mí nunca.

—No pasará.

Memories Box [E n  C o r r e c c i ó n]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora