Alfa mimada

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A pasos tranquilos, Danielle y Haerin recorrían en parque de la mano. Era verano y el sol brillante hacía el cuerpo de la menor sudar, ella era una omega de invierno, las temperaturas altas pertenecían a Danielle, su alfa; que de hecho, le recordaba mucho a esa misma estación.

Si Haerin tuviera que definir a su novia en una sola palabra, diría amarillo.

Amarillo como el sol, amarillo como las margaritas y amarillo como la alegría.

Su alfa era muy especial.

—¿Quieres ir por un helado? —ofrece Danielle.

—Está bien.

Sin que la mayor lo note, suspira algo irritada. La heladería a la cual habitualmente iban, quedaba a unas ocho cuadras, lo que significaba caminar más tiempo bajo esos rayos solares del demonio, que parecían quemar su tersa piel.

A mitad del viaje, Hae suelta la mano de su amada inconscientemente, las sentía pegotes y babosas.

Ella no era de las personas a las que le sudan las manos, pero, ¿a quién no le pasaría algo como eso con más de treinta grados?

Danielle se percata y con un puchero vuelve a tomarla. Haerin lo acepta, o al menos por un rato, porque minutos después, vuelve a alejar su extremidad, acalorada.

—Oye... —Dani detiene el paso y le observa con ojitos tristes—, ¿por qué me sueltas?

Hae no puede evitar reír un poco y niega con la cabeza.

—Dani, estoy toda sudada. ¿Acaso no lo notas?

—Lo hago, pero qué importa —gruñe, estirando su brazo hasta chocar con el contrario.

La chica volvió a unir sus manos.

Por supuesto.

—Tengo calooor, amor, quiero andar sueltita un rato —ríe por el infantilismo de su alfa.

—Tú lo que quieres es parecer una omega soltera —arruga los labios en otro adorable puchero, mientras se cruza de brazos, negándose a seguir.

La carcajada que oyó Danielle la hizo estirar sus labios en una curva hacia arriba mínimamente, sin querer demostrarse blanda. Estaba enojada.

Bueno, no enojada, sólo eran sus celos de niña pequeña que le daban de vez en cuando, ¡pero no podían culparla! ¡Haerin era básicamente la omega perfecta y Danielle tenía muy claro todos los ojos que se posaban en su chica!

—Ugh, Unnie~ —se acercó a la australiana, besando su mejilla—. No digas cosas tontas. Toma, ahí tienes lo que querías —alza su mano, esperando que Marsh la tome y puedan ir por fin por sus helados.

La más alta sonríe casi rasgando sus mejillas y chilla, envolviendo sus dedos con los de Haerin, nuevamente feliz.

—¡Vamos por helado de chocolate, Rinnie! —gritó como si nada, y volvió a caminar, ahora casi trotando.

—Alfa tonta —susurra con una sonrisa de colmillos, siguiendo a su novia.

A veces Kang se preguntaba si de verdad Danielle era alfa o qué cojones. En serio, ¿acaso existía alguna alfa tan mimada con lo era la extranjera?

Lo dudaba, aunque, ¿qué más podía hacer? Le tocó lo que le tocó.

Y no mentiría, la amaba tal cual era.

omega de cuatro | haerin haremDonde viven las historias. Descúbrelo ahora