Borde y e innecesariamente terca

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—Creo que eres mi alfa, Minji.

—No.

—Pero lo siento, aquí —apunta su pecho.

—Que no, joder.

—¡Mi loba lo presiente, Unnie!

Haerin no era de elevar la voz, pero se sentía muy frustrada ahora mismo.

Kim Minji era la alfa más perfecta que conocía, aunque también la más idiota.

—Pues tu puta cachorra se equivoca.

—¡Pero tú me dijiste que también lo sentías cuando me besas-!

La grande palma de Minji tapa sus labios, impidiéndole que siga hablando.

—Cállate, quieres —le mira con el ceño fruncido, molesta.

—Pero... —logra murmurar entre los dedos de la mayor, con una mueca de confusión pintada en su rostro.

Minji quita su mano, alejándose lo antes posible.

Desde que conoce a la pelinegra, se sintió atraída, buscando cada excusa para estar cerca suyo. Minji casi siempre se comportaba ruda y tosca, como lo era con todos, mas habían momentos en los que era dulce, agradable. Hasta llegaba a hacerle mimos en su cabello.

Todo ese cambio de actitud dejaba a la pobre omega confundida, sintiéndose aceptada, y luego rechazada.

***

Su cara de desagrado hizo a Haerin temblar.

El receso había acabo y ambas se encontraron por casualidad en los baños.

—No me sigas.

—¡No lo hago, lo prometo! —comenzó a negar con las manos, avergonzada. De todas formas se acercó a la más alta, quien arreglaba su camisa frente al espejo.

—¿Qué quieres?

—¿Por qué me rechazas?

—Porque no me gustas —se encogió de hombros, girándose para quedar frente a ella.

—Me besaste, ¿recuerdas? Siempre lo haces de hecho, y fuiste-

—¿Qué te he dicho de decir esas cosas en voz alta? —se acerca, sosteniéndole uno de sus brazos con fuerza. Su mirada era intensa.

Haerin tragó saliva.

Fue ahí cuando Minji cayó en cuenta de la cercanía de sus cuerpos, junto a la respiración agitada de la castaña.

La tensión que se generó, se esfumó en cuanto una beta salió del cubículo, y fue directo a lavarse las manos. Alfa y omega guardaron silencio hasta que la muchacha se fue.

Kim suspira, retrocediendo un paso.

—¿Qué tengo que hacer para demostrarte que estamos unidas? —vuelve a insistir.

—No, no, Haerin —comenzó a negar rápidamente—, no eres mi omega y-

La extremidad de Haerin tomando la suya de repente, la agarra por sorpresa, cortándole el habla. Sus dedos eran suaves y pequeños.

—Por favor, Minji... No me digas eso si luego vas a buscarme... —comenzó a soltar fermonas de tristeza, que hicieron a la otra descomponerse un poco—. ¿De verdad... n-o sientes nada? ¿Absolutamente n-nada? —perecía un gatito perdido mirándola hacia arriba, con sus cejas en claro gesto de dolor y sosteniendo débilmente su mano.

—N-No, Haerin. Ya te lo dije.

Y notó como esos bonitos ojos gatunos se cristalizaron, a punto de romperse frente suyo. Su loba comenzó a aullar dentro de su pecho, suplicando por acercarse.

omega de cuatro | haerin haremDonde viven las historias. Descúbrelo ahora