CAPÍTULO NUEVE

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Gia


—¿Ya llegaron?

Sonrío mientras bajo la maleta del coche y le indico a Chase que se adelante a la entrada.

—Si, Cam. —le respondo. —Estamos en nuestro edificio

Suelta una bocanada de aire.

—Bien, me alegra. —dice. —Puse dos personas en el edificio, ambos se turnaran para cuidar la entrada y a ustedes, me avisarán si ven a Anderson cerca.

Subo las escaleras mirando a mi hijo quien no ha dejado el sable que su tío le regaló.

—No tenías que hacerlo, pero gracias. —admito. —Me hace sentir más segura.

—De nada. —susurra. —Te veré en unos días, la fiesta de compromiso es el fin de semana y estaré en Houston el viernes.

Abro la puerta del departamento cambiando el teléfono de oreja.

—Si, está bien. Cuídate, por favor.

—Siempre lo hago.

Cuelga sin decir más y me quedo viendo la pantalla un par de segundos hasta que mi hijo llama mi atención.

—¿Podemos pedir comida a domicilio? —me mira suplicante. —Cameron me dió esto.

Me muestra un billete de cien dólares con una sonrisa de oreja a oreja.

—No debiste aceptarlo, está mal. —lo regaño. —Te dió un regalo que cuesta más que el alquiler de este departamento.

—Mamá, yo le agradecí por eso. —replica. —Además, esto me lo dió para ti, ¿Podemos pedir comida, por favor?

Sus ojos grises y el cabello rubio traen el recuerdo de cuando siendo una adolescente de 16 años, lo cargué por primera vez. Estaba aterrada, adolorida y cansada, pero logré sostenerlo en mis manos y pasar mis dedos por su fina carita, llorando porque a pesar de que tenía a mi madre al lado, me sentía sola.

Muy sola.

—Bien, pide lo que quieras.

—¡Si!

Celebra con un baile regalándome la felicidad y la calma que necesito en este momento. Si sigo pensando en Margaret, en Chase o en su prometida, me volveré loca.

Pedimos pizza, hamburguesas, papas fritas y postres con el dinero de Cameron. Louis se nos une comiendo con nosotros, aprovechando para hacerme preguntas sobre mi visita a Kansas y escucha atentamente todo lo que digo.

Pasamos la tarde del domingo encerrados en casa los tres, ayudando a mi hijo con su tarea, siendo oyentes en su cuento que le tocó hacer, pasando a ser un par de Sith y dónde él es el Jedi más poderoso de la historia de la Galaxia.

Mi mejor amigo nos toma fotografías, las cuales le envío a mi madre para decirle que todo estará bien. Probablemente eso sea una mentira y lo diga más para mí que para ella, pero ahora lo necesito.

En serio lo necesito.

—A la cama Obi Wan. —le doy una nalgada. —Su mente de futuro líder de los Jedi, necesita descansar e ir a la escuela mañana.

Se queja formando un puchero.

—Es temprano…

Niego.

—No, son casi las once, a la cama, ahora.

Louis lo señala.

—Ya escuchaste a Galadriel, muchachote. —se encoje de hombros. —Ambos sabemos que ella gana.

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