IX. Un padre, una madre

662 61 8
                                    

IX. Un padre, una madre

Riven corrió detrás de la esfera de luz que transformaba a Musa, mientras la directora Faragonda volaba detrás de ella.

Riven corrió tan rápido como pudo, maldiciéndose por primera vez el no saber volar. Cuando llegó a la enfermería Griselda, la directora Faragonda y la enfermera depositaban a Musa, boca abajo, sobre la cama. Riven se quedó inmóvil junto a un estante lleno de frasquitos de vidrios de colores.

La enfermera se inclinó sobre Musa y arrugo el entrecejo con preocupación.

—¿Qué piensas Ofelia? —preguntó Faragonda.

—Es una herida profunda, siento demasiada energía drenar por las heridas —miró la espalda de Musa, pero no se atrevió a tocar el pedazo de ala que aún estaba adherido a la chica—. Hay que destransformarla. Está usando energía innecesaria para mantener la forma física del ala.

Griselda asintió y pidió a Riven que me moviera unos pasos, él lo hizo, y la profesora tomó del estante un frasco de vidrió con un líquido blanco que paso de inmediato a la enfermera.

Ofelia tomó una jeringa y vació el contenido de la botella en ella—. Faragonda, hazlo, en cuanto la transformación se haya ido le aplicaré la morfina.

La directora Faragonda asintió y puso la palma de su mano derecha sobre la frente de Musa, la ropa mágica de Musa se desvaneció y fue remplazada por su rompa normal, aunque la playera de la chica estaba totalmente rasgada por la espalda. La enfermera no le dio importancia y clavó la aguja en la espalda baja de la chica, con decisión.

Riven no se dio cuenta que había contenido la respiración todo ese tiempo hasta la tercera llamada de la directora.

—Riven —dijo sin gritar la mujer, pero con una voz fuerte y clara.

Riven parpadeo varias veces y la miró.

—Bueno, me parece que esta noche no tiene caso dar regaños ni sermones. Quédate aquí con Musa... ya veremos en la mañana —dijo la mujer—. Enviaré un mensaje a Saladino... —continuó diciendo mientras se alejaba por el pasillo con Griselda.

Ofelia, acercó a la cama de Musa una silla y él se sentó observando el rostro de la chica, mientras la enfermera cambiaba con gentileza las ropas de la chica por una baja de hospital.

—¿Por qué lo haces manualmente? —preguntó Riven.

Ofelia levantó la cabeza hacia él al terminar de quitarle los zapatos a Musa—. No sé como reaccionaría su cuerpo al sentir la presencia de magia, es mejor que descanse por hoy, de la forma más tranquila posible.

Riven asintió y volvió la vista a Musa, quien dormía como si no sufriera y él solo deseaba que así fuera, que ella estuviera descansando, al menos por esa noche.

.

.

.

Unos cortos y presurosos pasos hicieron a Riven despabilar, no había dormido realmente, tan solo había logrado dormitar unos minutos. El chico enfocó la vista en las pestañas de la chica, que aún dormía y respiraba con cierta dificultad.

Miro por la gran ventana de la enfermería, estaba atardeciendo, así que sin darse cuenta había pasado casi un día desde que habían vuelto a Alfea. Riven tragó saliva, preocupado, un día sin que Musa despertara.

—¿Por qué no me avisaron antes? —dijo el hombre y Riven se enderezó de inmediato al escuchar esa voz.

—Lo lamento Ho-Boe —dijo la directora Faragonda—, las heridas mágicas no suelen ser de gravedad, pensamos que...

No realmente [MUSA x RIVEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora