《❝ Ahora estoy lejos de ti y estoy rodeado de paz que me proporciona la bendición del arconte anemo. Tengo las inmensas ganas de decirte cuan importante eres para mí en este momento y lo haré de la manera que más odias: enviándote flores. ❞ 》
Cinco...
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Debemos volver a los molinos de viento a los que solíamos ir, tú sabes para qué. Ahí me llevaste para confesarte.
Elegiste un lugar inusual y probablemente sea por esa razón que ahora les tengo un cariño especial. Sí, un poco raro que me gusten solo por esa razón, pero en primer lugar tú fuiste quién me llevó ahí. Además, te veias demasiado adorable con algunas ramas de trigo colgando por tu cabello perfectamente peinado con una coleta alta.
La luz que entraba por las viejas tablas hacia el interior iluminaban tus ojos. Intensos y expresivos. Dicen que son la ventana al alma y no puedo estar más de acuerdo porque cada que te veo puedo saber a la perfección lo que sientes, lo que piensas y lo que vas a decir antes de que lo hagas.
Ahí también dimos nuestro primer beso.
Me da un poco de pena recordarlo porque no sabía si el beso que te había dado te había gustado. Nunca besé a nadie antes de ti y espero que tampoco lo hayas hecho antes o me voy a molestar.
Bueno, enojarme contigo no dura demasiado. Sabes que hacer para que se me pase y no lo voy a poner en esta carta por precaución de que algún curioso esté leyendo esto.
A todo esto seguro te preguntas que tiene que ver con que te haya enviado una Margarita voladora y la razón es muy simple: son parecidas a los molinos de viento.
Mírala y recuerda. Recuerda cómo comenzamos a enamorarnos cada vez más. A finalmente dejar nuestros miedos e intentar ser algo más... Por favor.
Amas los besos en la frente antes de ir a dormir aunque no me lo digas, lo veo en tus ojos. Por eso, te envío un beso por cada noche que estoy lejos de ti.
