Capítulo once

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La noche llegó casi por obligación. Ernesto había pasado un par de horas en el cuarto de sus hijos, llorando, tratando de encontrar una explicación para lo que estaba viviendo.

Tal vez es mi karma por haber abandonado a Valeria”, pensó.

-Yo sí merezco el sufrimiento, Dios-dijo en voz alta-pero, ¿por qué hacerle eso a Daniela? Ella no tiene que pagar por mis errores, señor-volvió a llorar.

No podía parar de llorar, pensando en lo que pudo ser. Lo que pudo pasar si no hubiera dejado a Valeria con su primo, si no la hubiera mandado al internado, si no hubiera tardado tanto tiempo en buscarla.

Pero el "hubiera" no existe. Aunque quisiera devolver el tiempo, era imposible.

Después de un par de minutos, la puerta se abrió. Eduardo y Amanda entraron a la habitación, brincando las cosas que estaban en el piso.

-Patrón-se agachó junto a él-¿se siente bien?-estaba preocupado.

-No Eduardo-lo miró con lágrimas en los ojos-estoy pasando por un muy mal momento-sollozó.

Eduardo hizo puchero de tristeza. La mujer estaba tratando de comprender por qué estaba todo destrozado.

-¿Qué pasó Ernesto?-preguntó Amanda.

Lo pensó mucho, pero finalmente, habló.

-Mi esposa está embarazada, iban a ser dos bebés pero uno de ellos...-su voz se cortó-se nos fue-lloró intensamente.

-Señor, lo siento mucho-le dio la mano.

Ernesto la tomó y Eduardo le dio un abrazo.

-Gracias Eduardo-le dio unas palmadas en la espalda y se separaron.

-Ay Netito, lo siento tanto-dijo de una forma exagerada.

Empujó y casi tiró a Eduardo con tal de también abrazarlo y darle consuelo.

Ernesto correspondió, un tanto incómodo. Eduardo rodó los ojos y se levantó.

-¿Cómo le puedo ayudar señor?-tenía la mejor disposición.

Ernesto iba a hablar, pero para variar, Amanda interrumpió.

-No te preocupes Eduardo, yo me encargo, te puedes retirar-señaló la puerta con los ojos.

Eduardo miró a Ernesto, y este le hizo una señal de que hiciera lo pedido.

-Estoy aquí para lo que necesite patrón, dele un abrazo a la patrona de mi parte-sonrió a medias.

-Gracias Eduardo, así lo haré-imitó la acción-vete a descansar.

Eduardo asintió y salió de la recámara, no sin antes dedicarle una mirada de reprobación a Amanda.

La mujer seguía de cuclillas frente a Ernesto, acariciándole el brazo.

-¿Cómo pasó?-se refirió a la pérdida.

Ernesto entendió rápidamente.

-Fue espontáneo, no lo puedo explicar-se encogió de hombros.

-Qué mal, de verdad-parecía sincera-¿cómo está Daniela?

-Muy mal, está muy triste, y yo diría que no me quiere ni ver-limpió sus lágrimas rudamente.

Esas palabras lo fueron todo para ella.

-Qué lástima, yo sé que le duele pero no debería dejarte solito-le acarició la mejilla.

Él notó hacia donde se dirigían las cosas, pero quiso darle otra oportunidad.

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