La miré incrédula, ¿Cómo era posible que, en 16 años, nadie más que la abuela se hubiese dado cuenta de aquello?
Lo cierto era que cada noche la luna intentaba decirme algo, algo que no podía descifrar, quizá ese era su llamado. Tal vez... Solo tal vez, no solo era una bruja, sino también alguien aún más único. "La primera en mil años" el simple hecho de pensar en aquello hacía que me emocionara.
Habían pasado dos años desde aquella conversación con la abuela, después de aquel día fui sometida a entrenamientos más pesados, cada día era algo nuevo por aprender: Astronomía, defensa, hechizos... Una vida soñada por muchos y un simple cansancio para mí.
Mi familia y yo vivíamos en un pequeño pueblo alejado del centro del país, papá le servía al rey como su mago personal y a pesar de todo no conocía a aquellos a los que "príncipes" debía llamar. Se podría decir que mi familia era considerada de "poder" pero yo veía nuestra realidad, éramos simples peones que el rey manejaba a su antojo, monigotes de circo con los que se divertía y nos tenía a su voluntad por la simple razón de que comenzar una guerra entre magos y la familia real era una amenaza muy grande para nosotros. No estábamos preparados para luchar, no en estos tiempos, nuestra gente se había despreocupado de aprender técnicas de defensa o lucha desde que mis antepasados firmaron el estúpido acuerdo de "paz" que ahora nos aprisionaba aún más.
Todo se comenzó a desmoronar aquella mañana de agosto. Acababa de despertar aquel Martes por la mañana, papá y yo éramos siempre los primeros en despertar, yo intentando estar lo suficientemente despierta para mi primera clase de aquel día y papá preparándose para el trabajo.
Fui a revisar el correo que acababa de llegar y me sorprendió ver una carta de palacio. Por lo general si el rey debía decirle algo a papá esperaba que llegase al trabajo para mandarle a llamar, ¿Por qué ahora escribiría hasta acá?
—Llegó una carta de Palacio. — Le dije.
—¿A si? ¿Qué será ahora? La última vez fue una invasión de pequeñas lagartijas que tenían consternada a la princesa.—Conocía sus nombres, los conocía a la perfección, como si del mío se tratara. Alyssa, Alyster, Alice y Amaris, 2 chicas y 2 chicos a quienes nunca había visto pero la gente se esmeraba en replicar que debía respetarles.
—Como mago personal deberías encargarte de algo más importante que princesitas mimadas y lloronas, ¿no crees?—
—Lunita, no es mimada ni llorona es...—
—¿Incomprendida por mi? Me parece que es más mimada y llorona por temerle a pequeñas lagartijas, pero claro, me dirás otra vez que debo tenerle respeto, ¿qué es esta vez?—
—Asuntos familiares del rey. Necesita que localice a alguien.—Dijo. Noté la preocupación en su tono de voz.
—¿A quién?
—Cosas de palacio, Lune, la familia real de Newtherland prefiere guardar sus secretos.
—Somos casi parte de esa familia, puedes contarmelo
—Si el quiere que lo sepas, lo sabrás en su momento, ahora me voy a trabajar, deberías hacer lo mismo tú, tú abuela debe estar esperándote.
—Está bien, adiós—Le di un beso en la mejilla y me fui al cuarto de esgrima donde, efectivamente, estaba mi abuela, la anciana señora Sauniere (aunque llamarla "anciana" podría considerarlo una ofensa), esperándome.
En cuanto me vio, supe que había llegado más tarde de lo que pensé.
—20 minutos tarde, Sophie. — Estaba enojada, lo sabía, nunca me llamaba así.
—¿20? Disculpa, de verdad que no vi la hora, me distraje hablando con papá, llegó una carta hoy... De palacio.—Entré en el vestidor consciente de que la abuela venía detrás de mí.—No sé lo que era, no quiso decírmelo.—"Obviamente" pensé, pero no llegué a decirlo.—Ella sigue muy silenciosa por las noches
—¿Seguirás llamándola "ella"? Conoces su nombre, Lune, llámala por su nombre.
—No la conoces. No le gusta que haga eso.
—¿Y que le gusta que hagas? ¿Que guardes secretos? —Desde mi cumpleaños número dieciséis mi abuela estuvo muy al pendiente de mis sueños y pláticas con aquella Diosa, de una u otra manera ella podía hacer que solo yo la escuchara y que solo yo viera mis sueños. No la entendía, nunca la comprendí, "Meissa" ese era su nombre, me lo había dicho aquel mismo día.
Como si todo hubiera pasado ayer, mis pensamientos me trasladaron a aquella noche de abril cuando cumplí los dieciséis años. Estaba otra vez en el alféizar de la ventana, esta vez sin mi libreta, observaba el astro nocturno con el anhelo habitual cuando la oí... Lune dijo, era a mi a la que llamaba, ¿Sí? Contesté yo, nuestra conversación comenzó a fluir de manera natural, por así decirlo, hasta que hice aquella pregunta —¿Cómo te llamas?— no pareció muy contenta con mi inoportuna interrogación, pero aún así contestó —Muchos me llaman Luna, otros Astro, puedes llamarme "Ella"— me desconcertó aquello —¿Ella? —le dije yo— ¿porque no puedo saber tu nombre? —a lo que ella contestó— Insolente, lo diré, pero no tienes ningún derecho a usarlo para referirte a mi, a menos de que necesites de esta luna. Mi nombre es Meissa. — El recuerdo se desvaneció en ese instante pero en mi mente seguía resonando aquel nombre como si lo hubiera escuchado apenas hacía 2 segundos, cuando en realidad habían pasado ya dos años.

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El Vals De La Luna
Fantasi-Lune... ¿crees que hacemos lo correcto?- -Confio en lo que me dijo, estoy segura de que es lo correcto, talvez y encontremos el verdadero destino de la luz de luna- -No, no estás segura- -Pero debo hacer algo para estarlo...-