5.4- Martha
Estábamos en el teatro disfrutando de las entradas que me regalo Julio, pero Miguel se quedó dormido antes de terminar el primer acto. Giré mis ojos y lo descarté mientras yo lloraba al ver el cisne negro y el despliegue del talentoso elenco. Era muy emotiva con estas cosas.
Al terminar del primer acto desperté a Miguel, dándole unos golpecitos en el hombro y mi humor empeoraba por segundos.
—¡Miguel, por Dios! —susurré lo más alto que pude sin querer llamar la atención de los demás espectadores ¡pero, si hasta roncaba! —hazme el favor y levántate.
Se despabiló algo asustado y limpió un hilo de baba que salía de su boca, hice una mueca de asco, estaba muy molesta por lo que me di media vuelta y fui donde se reunían los demás para tomar una copa y comer un tentempié. Agarré una flauta de champaña de la bandeja de una camarero y esté saludo con la cabeza y siguió su camino, los camareros iban con una chaqueta roja y camisa negra, pantalones negro, las mujeres una camisa roja manga larga y unos tirantes negros mientras se paseaban por el salón con las minifaldas de tachones cortas de color negro y tacones altos con sus bandejas en las manos con los canapés para los asistentes a la obra, me tomé la copa de un trago y la dejé con una de las lindas chicas que paseaban por el lugar y tomé un mini quiché.
Miguel se me acercó con cara de perro arrepentido y lo dejé dándole sus disculpas a la pared, me fui a buscar otra copa o algo más fuerte para pasar el coraje, estuve parte de la noche hablando con otras mujeres sobre la obra y antes de comenzar la segunda parte todos nos encaminamos de nuevo a nuestros asientos y Miguel me tomó del brazo y me retuvo mientras todos pasaban.
—Osita, vamos. Lo siento —se disculpó en un susurro para que los demás no nos escucharán discutir.
Ya no quería ver nada, la emoción se fue hace mucho, solo quiero irme a mi casa, cambiarme el hermoso vestido amarillo y largo hasta los pies por mis pijamas y cambiar estas sandalias altas y negros hermosas por unas pantuflas que no torturan mis pies y definitivamente quería desmaquillarme.
—¡Te dije que si no querías venir llamaba a una amiga! —exclamé enfadada subiendo el tono de voz más de lo debido, pero ya casi todos habían entrado.
—Lo sé, osita —hablo bajito y meloso —quería darte el gusto cariño, pero, estoy cansado del trabajo y ver gente en vivo con mallas no es mi idea de diversión.
—Te hubieras quedado con Diego Manuel —hice referencia a nuestro hijo.
Se acercó despacio, me dio un beso y luego otro y los acepté, pero mi enfado era más grande esta vez.
—Veamos el segundo acto, osita —me invitó tomando mi mano y entrelazando nuestros dedos.
—Mejor vamos a comer algo, a ti no te gusta esto— propuse de repente las ganas de ver el segundo acto—ya no quiero ver nada.
—¿Estás segura, osita? —preguntó cauteloso—puedo quedarme, haré el esfuerzo de no dormir más. Lo juro.
—No, quiero que también te intereses por mis gustos o me hubieras dejado venir sola.
Me di media vuelta y no dije nada más, el viaje al restaurante fue silencioso, me llevó simplemente a comer hamburguesas pues sabía lo mucho que las disfrutaba y lo poco que las comía por mi dieta.
Pedimos unos megas hamburgueses con doble de queso y tocino, nos sentamos en una mesa un poco apartada de todos en un silencio algo incómodo esperando nuestra orden.
Llega lo que pedimos y comencé a devorar mi comida sin esperar nada, no comía desde el mediodía solo tenía un quiché y mucho champagne en mi sistema.
—¿Está bien tu comida? —preguntó suavemente.
—Está deliciosa — contesté viéndolo a los ojos y limpiando mi boca— gracias —hablé con voz pequeña.
—Me gusta complacerte —dijo simplemente dándole otra mordida a su comida.
Moje en salsa de tu tomate varias papas y gemí del gusto, tenía unos seis meses que no comía comida grasosa, intentó cuidar mucho lo que como.
Con comida en el estómago pensé mejor las cosas y tal vez me excedí, a él no tiene porqué gustarle lo que, a mí, puede que existan familias así, pero yo no soy de ese tipo de personas, hubiera estado bien para mí que yo fuera sola pues a Sofía tampoco le gustaban ese tipo de eventos.
Estoy tomando un poco de cola pasando un bocado de mi exquisita hamburguesa cuando Miguel hace algo loco incrusta entre sus dientes dos pajillas y hace como foca y me hace reír como loca, dejé escapar un poco de soda y me ahogué al tragar, luego reí mucho. Hace mucho tiempo Miguel no hacía tonterías para contentarme.
—Estás loco —le señalé —eso no se hace.
Algunas personas en el restaurante nos veían y sonreían, otras nos miraban como extraterrestre y a mí me fascinaba este Miguel.
—Pero te hice reír— rio conmigo, luego se puso un poco más serio quitando la pajilla de su boca —ya no estés enojada, osita. Se que dañe tu noche y lo siento.
—Creo que también exagere, lo siento amor —me disculpé de corazón.
—No importa, prefiero más terminar la noche así, contigo sonriendo y comiendo lo que más te gusta.
—Gracias, estuvo perfecto. Te amo Miguel.
—Yo también, osita — tomo mi mano y la besó y mi mundo volvió a ser el perfecto que era.
—No sé qué haría sin ti, cariño— le dije sinceramente.
—Falta mucho para averiguar eso, osita —habló muy serio —faltan ¿qué? ¿Unos ochenta años? Cuando Diego le toque cambiarnos los pañales.
Reímos por su broma y al terminar de comer pagué para irnos, esta vez quise pagar y ser yo quien se disculpará en serio. No quiero discutir por tonterías como estas, otro día le digo a Julio que mejor no me dé nada o voy sola. Esta clase de conflictos entre él y yo no me gusta, por eso los evito a toda costa.
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La debilidad del mafioso
Storie d'amoreMartha tiene una vida feliz con su esposo y un hijo precioso, deciden renovar sus votos matrimoniales e irse de luna de miel por segunda vez, pero no todo es lo que parece y Martha cae en su realidad de golpe cuando su esposo se pierde en el mar y n...