El Secreto de Kamakura

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Kaede y Kouta, tras un esfuerzo titánico, habían logrado doblegar a Takemura y activar la máquina que prometía una salida. Sin embargo, al regresar a la sala, se toparon con una imponente estatua que, al investigar, Kaede reconoció: era la imagen de Izanami. Bajo su base, un par de entradas parecían invitar a un medallón escondido. Una chispa de esperanza iluminó su mente; tal vez ahí residía la clave para escapar de aquel lugar sombrío.

Pero la esperanza es un lujo en tiempos oscuros. Ahyma, al tanto de su descubrimiento, envió dos criaturas enmascaradas para interceptar su misión, convirtiendo su ya peligrosa travesía en un juego mortal. La prueba estaba a punto de comenzar.

Kaede se vio de repente frente a un adversario inesperado. Aunque la criatura no poseía el aspecto aterrador de otros infectados, había en ella una inquietante aura que la desarmaba. La sensación de ser observada traspasó el oscuro visor del casco; podía sentir el odio y la furia emanando de la criatura, penetrando cada rincón de su ser.

Una gota de sudor se deslizó por su mejilla derecha, y aunque el miedo comenzaba a consumirla, sabía que no tenía otra opción: debía luchar para avanzar.

—No me dejes otra opción —murmuró, desenvainando su espada con determinación.

La enmascarada no se movió, como si le importara poco la amenaza que representaba Kaede. Al lanzarse en un ataque rápido, la criatura esquivó con una agilidad sobrehumana.

—¿Eso es lo mejor que tienes? —se burló la enemiga, su voz un eco de desprecio.

Sin previo aviso, recibió una patada en la espalda que la lanzó al suelo. Usando sus vectores, Kaede se reincorporó con rapidez, atacando con una serie de golpes, pero cada intento era anticipado y evadido con un desdén inquietante.

—¡Hija de perra, sabe luchar! —gritó Kaede, su frustración aumentando con cada ataque fallido.

—No eres nada sin tus vectores. Usarlos conmigo es inútil; tengo la ventaja de mis poderes mentales —respondió la enmascarada, su sonrisa fría como el acero.

Kaede, sin tiempo que perder, golpeó la pierna de su oponente, logrando que tambaleara. Pero la criatura, furiosa, contraatacó con un puñetazo que la hizo tambalear, aunque Kaede, astuta, se cubrió con su espada. El filo cortó su mano, dividiendo su extremidad en dos y generando un charco de sangre que manchó el suelo.

—Eso me dolió, y no fue nada gracioso. Me has hecho enojar —masculló la criatura, su voz ahora un gruñido bajo.

Kaede observó, horrorizada, cómo el brazo mutilado de la enmascarada comenzaba a transformarse en una grotesca boca repleta de colmillos afilados.

—¡Muere, maldita Diclonius! —gritó, disparando un potente rayo de energía que devastó la pared a su lado.

Kaede saltó para esquivar el ataque, pero el rayo dejó un rastro de destrucción a su paso.

—Este es el verdadero poder de la auténtica evolución —se jactó la criatura.

La Diclonius, sintiendo la presión de la situación, supo que debía usar todo su arsenal. Con un vistazo a la ventana cercana, la idea se formó en su mente.

—No me subestimes por tener semejante poder; yo también tengo mis trucos —replicó, mientras comenzaba a levitar objetos a su alrededor.

Pero la enmascarada, en un movimiento fluido, los esquivó y destruyó cada proyectil con su nueva boca.

—¡Ya me cansé de tus juegos baratos! Voy a acabar contigo! —la criatura siseó, preparándose para otro ataque.

—Perfecto —respondió Kaede, su mente en llamas.

Elfen Lied Beyond Kamakura's Fall: Memorias de la Ciudad PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora