O2 - Wukong

939 106 15
                                    

— ¡Sun Wukong! ¡Abre la maldita puerta!

   El nombrado despertó de golpe, estaba acostado boca abajo, apoyado sobre su brazo cubierto de su propia baba que escapaba del costado de su boca. Dió un pequeño salto provocando que se cayera de la cama hacia el piso de madera dándose un fuerte golpe en el costado del cuerpo.

   Soltó un grito ahogado al incorporarse, resfregando sus ojos con sus puños. Los golpes agresivos en la puerta no se detuvieron, se escuchaba como si estuvieran pateando la puerta desde del otro lado.

   El pelirrojo bostezó, se levantó del piso limpiando superficialmente su camiseta amarilla sin mangas y pasando una mano por su enredado cabello antes de soltar un somnoliento:

- ¡Ya voy! - arrastró los pies por las tablas sueltas del piso hasta quedar cara a cara con la descolorida puerta de madera. Envolvió su diestra en el pestillo de la puerta y la otra la llevó por encima de su cabeza rascando su espalda. Al tirar de la puerta hacia atrás tuvo que bajar la mirada para encontrarse con un ceño fruncido.

La persona parada frente a él mantenía sus dos manos cubiertas de anillos sobre su cadera, una de sus muñecas decoradas con una cinta negra y la otra con una muñequera del mismo color. Llevaba puesto una camisa blanca con las líneas de color rosado formando una flor de loto en el centro del pecho, ésta misma tenía un corte circular en el borde dejando al descubierto el ombligo, encima de ella una chaqueta negra con franjas blancas verticales en las mangas. Traía puesto unos pantalones camuflados de militar acompañados de una largas botas negras con cordones serpenteando entre ataduras y moños, en la cintura tenía un cinturón del que colgaban cadenas.

Su cara estaba llena de pecas, debajo de sus ojos miel se deslizaba un pronunciado delineado negro y en su frente, aunque semicubierta por su pelo, estaba una inconfundible (y extraña) marca de nacimiento bordó en forma de llama. El cabello azabache le llegaba hasta un poco más abajo de los hombros, dos lindos moños asomaban desde lo más alto de su cabeza, sopló infantilmente su flequillo horizontal al que ya le hacía falta un corte.

- ¡Nezha! ¡Viejo ami-! -Wukong ahogó un quejido cuando el chico de baja estatura le dio un codazo en el estómago, logrando que Wukong se encorvara llevando sus manos hacia su vientee y haciéndose hacia atrás, dejándole via libre a Nezha para pasar. Wukong infló las mejillas antes de suspirar por el dolor en el músculo de su abdomen, cerró la puerta y se volteó con los ojos entrecerrados y una media sonrisa hacia el muchacho. - ... amigo. - Finalizó.

- ¿Estabas durmiendo? - fue más un regaño que una pregunta, Wukong estaba vestido con un short blanco y pantuflas de conejito, su pelaje estaba todo esponjado sobresaliendo por el borde de la camisa con escote. - ¡¿Tienes idea de la hora que es?!

- Uh... - rascó su cabeza. - ¿Las doce?

- Las cinco y media, Wukong... - Nezha lo fulminó con la mirada. Relojeó su alrededor.

El piso estaba cubierto de pintura seca, lienzos, trapos, telas, pinceles, la ropa estaba tirada y amontonada en sillones, la cama desordenada al igual que el escritorio que tenía lápices, lapiceros, cuadernos, papeles, crayolas, unos audífonos, una laptop cubierta de pegatinas de duraznos y marcas de comida que a el mono le gustaron tanto como para pegarlas sobre la tapa.

Gran parte del colchón estaba descubierto y la sábana que debería hacer la función de taparlo estaba arremolinada en el matorral de mantas y almohadas. Al lado de la cama había un montón de peluches caídos y zapatos mirando hacia todas direcciones.

Nezha soltó un suspiro claramente estresado y profundamente angustiado por el desorden.

- Iba a proponer que nos sentaramos y habláramos en tu casa, pero no puedo seguir estando entre estas cuatro paredes intoxicadas con olor a durazno. - Nezha cubrió su nariz en busca de las ventanas del monoambiente. - Cambiate, vamos a un lugar más apropiado.

Niñero - [Shadowpeach]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora