1946 - Enero

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Ese año no hubo celebración. Ese año empezó de luto. El señor Rache era amado por todos los del pueblo. No por su fortuna, era amado por que tuvo un gran corazón. Siempre ayudaba al más necesitado. Él tenía un dicho: - "todo lo bueno que recibes, siempre es digno para compartir". -

La noticia del fallecimiento del señor Rache no tardo en ser escuchada por todo el pueblo, incluso a pueblos cercanos y lejanos. Llegando a oídos de los hijos del señor Rache, que, al enterarse del acontecimiento, en ese instante tomaron el viaje a la casa señorial de su padre; al igual que todos sus familiares, tanto cercanos como lejanos.

Inés aún se encontraba en aquella habitación de la casa señorial. Cayó dormida, tras una larga noche envela y con el ánimo por los suelos.

- ¿Señorita? – toco una mucama. - ¿señorita Inés? le eh traído el desayuno. Sus familiares no tardaran en llegar. – se escuchaba eco por detrás de la puerta.

Al no recibir una respuesta, la mucama abrió la puerta lo más silencioso posible, para saber si Inés se encontraba ahí, ya que era su responsabilidad cuidar de ella. El señor Rache así se lo había ordenado y aquella mucama no quería que en la noche se la llevara por no cumplir con aquella orden. El señor Rache también era de temer.

Entro a la habitación. Con la mirada estuvo buscando a la joven, hasta que pudo divisarla dormida enfrente del gran ventanal que deba justo al gran patio. La mucama dejo la bandeja de comida en la mesilla y se acercó a despertar a Inés.

- Señorita. – le susurro. – debe despertar. – la movió un poco para que reaccionara. Al parecer estaba en un sueño profundo. – señorita Inés. – volvió a intentarlo y esta vez sí tuvo éxito.

Inés abrió despacio sus ojos, acostumbrándose a la luz del sol, ya que los sentía más sensibles por haber llorado todo el día de ayer.

- Lo siento. – dijo apenada. - ¿es muy tarde? – se tallo los ojos. Ya que su visión era algo borrosa.

- Tranquila señorita. – le sonrío. – le eh traído el desayuno. Sé que tal vez no deseé comer, pero inténtelo. Le traje té de hierbabuena y café, fruta picada con yogurt, y algunos antojos más. Iré a preparar su baño, sus familiares no tardaran en llegar, con permiso. – hizo una ligera reverencia y se retiró a preparar el baño.

< Inés: - Familiares... tengo años que no los veo, solo algunos y porque piden favores. ¿Por qué no estuvieron cuando falleció mi abuelo? Espero que donde sea que estes, hayas encontrado la paz; porque todo esto lo estoy haciendo por ti. Lo sabes, ¿cierto? no sabes las ganas que tengo de correr de este lugar... familiares... presiento que no será un buen año abuelo. No porque ya no estes, aunque sí; pero más bien siento miedo, pero aún no distingo de que o de quién... - >

- Señorita su baño ya está listo. – aviso la mucama.

- En un momento voy. – dejo la taza de hierbabuena en la mesilla. Se levantó para ir a tomar ese baño.

En el mismo trascurso de tiempo tanto familiares e hijos del señor Rache iban en camino a la gran casa señorial. Aquel lugar donde no debieron regresar. Todos por igual iban reclamándose ¿porque su padre no les había avisado que estaba enfermo? ¿porque no les dijo que estaba en lecho de muerte? ¿porque solo esa nieta fue la excepción? Porque sí, sabían que una nieta estuvo con él en su último momento.

Desesperados por saber la verdad, llegaron en aquella casa señorial con aquel alboroto. Ninguno se dignó a preguntar dónde estaba su padre. Todos buscaban a esa nieta. Pero para su sorpresa, fue que los mayordomos no les permitieron entrar más allá de la sala de estar. No subirían a la planta alta hasta que la señorita Inés lo permitiera, por lo tanto, tenían que esperar. Desorientados y molestos, aceptaron aquella orden, solo porque uno de los mayordomos dijo que había sido orden del señor Rache.

Inés ya había terminado de tomar aquel baño. Mientras se arreglaba, escucho aquel alboroto en la planta baja. La casa se sentía tan vacía que hasta el sonido de los grillos se escuchaban. Con aquel escandalo no le quedo duda que aquellos familiares ya habían llegado.

- ¿Es normal que lleguen de aquel modo? – pregunto curiosa a la mucama.

- Si es normal señorita, siempre entran discutiendo. – dijo con simpleza. – tiene un hermoso cabello. – le dijo para distraerla.

- Gracias. – dijo tímida. – ¿puedo usar un vestido blanco? – dijo con voz bajita. Sintiendo que la fueran a regañar por tal imprudencia.

- Puede usar el que más guste señorita. – le dijo con ternura. – perdone mi atrevimiento, ¿Por qué desea usar el blanco?

- Mi abuelo decía que el color negro era elegante. Era un color que debería usarse para ser audaz y mostrar la elegancia del ser. Nunca le agrado que lo usaran para estos eventos, decía que era un desperdicio de poder. – sonrío ante el recuerdo. – decía que el color blanco era el indicado. Porque significa pureza. Decía que al morir nuestros pecados eran limpiados, por lo tanto, usar el color blanco era digno para esa ocasión; deseo honrarlo.

- Entiendo porque el señor Rache la amaba señorita. – dice secando sus lágrimas.

- ¡Oh lo siento! no quería hacerla llorar. – se levantó para darle un abrazo.

- No se preocupe, me recuerda mucho al señor. – seguía limpiando sus lágrimas. – pero bueno, es momento que termine de alistarse y vaya a calmar aquellas fieras allá abajo. – respiro profundo y se dispuso a ir por aquel vestido blanco.

- ¿Calmar? – su voz se notaba la preocupación. – pero yo no puedo calmar a un simple gatito ¿Cómo voy a calmar a fieras...? - dijo con terror.

- Tranquila señorita, estaremos con usted en todo momento. Solo si usted lo permite, ellos podrán acceder al segundo piso. – le sonrío para tranquilizarla. – si se siente más cómoda, puede conversar con ellos desde arriba de las escaleras, lo más seguro es que quieren respuestas del fallecimiento de su abuelo.

- Está bien. – mostro una sonrisa no muy convencida de lo que haría.

< Inés: - ¡¿Yo hablar en público?! Olvidaba que mi abuelo era bastante bromista y este era el peor chiste. Si tenía miedo, ahora lo tenía el triple. No sentía mis piernas. Ni siquiera había parpadeado. No sabía dónde había quedado mi voz. Y estaba a punto de llegar donde estaban ellos. Recuerda... nadie es superior a ti... no muestres emociones... recuerda que no estuvieron aquí cuando el abuelo falleció... tómalo como tu ancla. Se de hielo... - >

Habían avisado que la señorita Inés estaba por llegar, que la esperaran todos en la gran sala principal, donde las escaleras daban a la planta alta. Los familiares ya se habían acomodado esperando el momento en que llegara esa nieta. Hasta que llegó.

Todos quedaron impresionados con la imagen de aquella nieta. Era el mismo reflejo de su madre. La señora Rache. Excepto por el color de sus ojos. Tal vez por eso el señor Rache quería tanto aquella nieta.

Inés estaba en su plena juventud. Su cabello era negro como el carbón. Atado a una media coleta, haciendo sus ondulaciones más definidas; como decoración había puesto un lazo blanco. Su color de piel blanca como la leche. Tenía facciones muy finas y elegantes, que te hacia dudar si era una niña o adulta. Pero lo que más llamaba la atención, aparte de cómo le quedaba de maravilla aquel vestido blanco, haciendo definir su cuerpo bien proporcionado; era el color de sus ojos. Tenía los mismos ojos color verdes esmeraldas que su abuelo. Ninguno de sus hijos o familiares había obtenido aquel color de ojos, solo Inés...

Cuando Inés los observo a todos, su miedo se convirtió en algo más...

- Quiero que todos se vayan. – dijo con autoridad. Se dio media vuelta. Para regresar aquella habitación de la cual nunca debió salir... 

°| Némesis |°  (Primera Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora