4 | Perder y ganar

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Como una flor después de una semana de lluvia, Quackity florece, hermoso y vibrante en su recuperación. Es como si se hubiera presionado un interruptor. Rubius no se queja, no se atreve a cuestionar la forma en que Quackity ahora lo adormece con su atención, demasiado consciente de que señalar el cambio drástico obligaría de alguna forma a Quackity a regresar a su caparazón. Los días se vuelven amenos, las noches llenas de cálidos fuegos y conversaciones apacibles. Quackity lo toca mucho más ahora, lo que no le sorprende. Recuerda la forma en que Quackity siempre iniciaba contacto con él en la era pre-guerra, siempre pegado, cálido y accesible. 

Le resulta familiar, casi nostálgico. Solo que Rubius parece no poder adaptarse a los toques. Comienza a sentirse insatisfecho por los breves contactos de piel que habrían atormentado su mente días atrás. 

Es porque ha estado agotado mentalmente, Rubius se convence a sí mismo. 

Aún así, deja que Quackity haga los avances por su cuenta, que aumente de forma orgánica la sensación de piel contra piel a medida que Quackity se acerca aún más, ahora pegado a su lado como una mascota leal. Ahora él no se aleja tanto cuando combaten; comienzan a buscar a los subordinados uno al lado del otro, Quackity confía plenamente en que Rubius no lo golpeará accidentalmente con su espada, y Rubius en que no le dispararán en la cabeza por accidente. 

— ¿Como dormiste?

Un breve toque de dedos, mientras repasan sus planes por la madrugada.

—Buen trabajo hoy.

Una palmada en su hombro, manchado de mugre y sangre enfermiza que apestaba a corrupción. 

— ¿Andas caliente?

Ésto siempre lo pregunta con una extraña sonrisa burlona, llamas y sombras bailando en su rostro desde la fogata que encendieron en medio de la habitación. Las últimas mañanas han sido tediosas, a duras penas podían escapar de las garras del invierno y las noches frías e implacables. La solución para ellos fue comenzar a prender periódicamente una fogata dentro de la cueva. Rubius había protestado contra el fuego al principio, temiendo que el humo sea demasiado cantoso y atrajera a invitados no deseados. Sin embargo, ante la insistencia de Quackity, cedió. 

Están descansando alrededor de las llamas, lanzando bromas tontas. Sus manos están cerca. Si Rubius se moviera, está seguro de que sus dedos se tocarían y se entrecruzarían como telarañas. Como de costumbre, Rubius espera, deja que Quackity siempre tome la iniciativa. 

Apilados alrededor del fuego hay malvaviscos ensartados en palitos. Quackity agarra uno soplando para enfriar la golosina. Mientras su atención se desvía, Rubius echa un rápido vistazo a su rostro, los ojos de Quackity son más claros ahora, ya no están tan apagados y hundidos como antes. Ha pasado tiempo, claramente.

Quackity se está recuperando, el color regresa a su piel, la infección desaparece de su hombro. Las ojeras profundas y oscuras que acechan abajo de sus ojos se han escabullido un poco, todavía presentes pero ya no abrumadoras. Saber que Rubius ha contribuido en esa recuperación lo llena de una sensación extraña, algo entremezclado con ego y orgullo, pero es positiva. 

— Lo estoy. —, responde Rubius, contento de ver la picardía bailar en el borde de los ojos de Quackity. Presiona hacia adelante, aunque solo sea para ver crecer esa mirada. — Pero un poco más de calor me vendría bien.

— Ahora no puedo, vieja, — Quackity ya había metido la golosina en su boca — Que quiero comer.

Rubius se ríe, apoyándose en sus manos para mirar hacia el cielo. El agujero en el techo se había ensanchado más desde la última temporada de lluvias, los escombros caían por el implacable aluvión de viento.

Alianza inmarcesible ⎾Rubckity⏌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora