2 | Frígido

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A veces, a Rubius le gusta recordar el pasado.

Ocurre la mayoría de las veces mientras espera, cerrando los ojos y girando la cara hacia el sol mientras Quackity se dirige a sus otros aliados de la Revolución. Ve el Karmaland del pasado, vibrante y colorido con hierba y lleno de vida. El viento sopla y las hojas acompañan, encantadas por el aliento de la naturaleza. Las amenazas contra el pueblo son débiles y no tomaría demasiado para que los guerreros terminaran con ellas, dejando paso a una prosperidad contagiosa. 

Se ve a si mismo junto a Quackity, los dos reunidos alrededor de la base de construcción de su próximo negocio; Bearbikes, intercambiando comida y charlando agradablemente. Él mismo está inclinado sobre la pared sin terminar de cuarzo, mirando a Quackity parlotear y reprochándole sobre su contrato. No tiene ninguna intención de renovar los términos y condiciones, porque si eso significaba que Quackity se sentiría lo suficientemente presionado como para terminar la tienda, lo demás no importaba. No era un castigo, era una proyecto de la que ambos se llevarían una recompensa, y era suficiente para que Quackity se ganara su perdón por haber matado a todas sus mascotas. 

Se sentía casi indulgente por perdonar a Quackity con tanta facilidad, muy en el fondo, todavía resonaba la idea de cobrar venganza y acabar con todo lo que el pato consideraba preciado. Pero está bien, porque ahora están juntos y las risas nunca faltan y para él eso es todo lo que importa.

Y entonces, 

Entonces...

Quackity mira hacia arriba, sus ojos brillan mientras están distraídos con un gato que pasa. Agita su mano con una sonrisa traviesa, instando a Rubius a que se acerque más y cuando finalmente cede, inclinándose para mirar a su ahora compañero de negocios, Quackity saca una mina de su bolsillo. — ¿Que sepas que te la agarré de tus bolsillos eh? Culero. —, susurra Quackity con reproche, a pesar de que Rubius generosamente no le ha puesto ninguna mina ese día. Ahora está demasiado cómodo para siquiera molestarse en tan solo pensar en la idea. — ¡Vas a ver que seré el mejor albañil que vas a contratar en este server! Cualquier cosa que planees no lo va a evitar. — Agita la mina en su mano y Rubius solo espera el momento en el que se le caiga y los explote a los dos.

Quackity sonríe, ojos cafés, cálidos y dulces. El amor que desborda su sonrisa es suficiente para que él se relaje contra el cuarzo y así lo hace, riéndose mientras las hojas de verano bailan con el viento y la voz preocupada de Quackity llena el cielo. 

¡Rubius!

El áspero grito de Quackity lo saca de su ensimismamiento. Los recuerdos se desvanecen como el viento, los árboles altos y grandiosos son reemplazados por edificios derruidos que se derrumban sobre sí mismos, inclinándose precariamente en el viento. Alcanzó su espada, y atravesó la cara de un perro de la Resistencia que perseguía a Quackity.

Quackity se encarga por su cuenta del último subordinado, saltando y clavando el puñal en su cuello. Un chorro espeso brota del agujero, manchando a Quackity cuando retira su brazo. El subordinado cae rendido con un gruñido y luego es solo Quackity, sosteniendo su arma con gracia en medio de los escombros.

 Una vez que están fuera de peligro y de la zona, con pasos suaves, Rubius se le acerca aplaudiendo.

— Bien hecho pato! Tu fuerza está aumentando. — Dice contento. Pronto se habrá recuperado por completo e inmediatamente podrán seguir con el plan principal de la revolución. Lo dice casi con orgullo, porque la fuerza y destreza es digna de elogio en el mundo en guerra, donde la violencia es rampante y la muerte es un hecho cotidiano, solo la ley del más fuerte dicta quién cambia el mundo y quién muere intentándolo. 

Alianza inmarcesible ⎾Rubckity⏌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora