Ando con mis ojos cegados, sin saber realmente qué es lo que impide que la luz llegue a estos.
Con pasos torpes, intentando llegar a un no sé dónde. Porque todo lo que tengo no me sirve ni me servirá de nada. Porque estoy totalmente solo en la nada, con unas espinas acariciando mis oídos y mi piel. Recorriendo cada borde de mi cuerpo, esperando a que algo pase, esperando a un futuro.
A un futuro incierto, que ni siquiera existe, y que no se sabe si realmente existirá.¿Y qué será de mi? ¿Y qué será de aquellas huellas? Esas que no han dejado marca, que ni siquiera llegan a ser pisadas. Y qué será de todo, y qué será de nada, me pregunto cada momento. Porque lo que es todo es nada, y lo que es nada lo es todo. Porque yo tengo nada, y a la vez lo tengo todo. Y aún así, me siento inacabado, como si de un dibujo a medio hacer se tratase. Y aún así, me siento vacío, me siento deshecho; como si fuera mi existencia un garabato, deshaciéndose y haciéndose cada vez.
Y lo odio, realmente lo odio. Odio ese preguntar, odio esa incertidumbre en la que todos los humanos estamos sometidos a vivir. Y odio ver todo de un color que ni siquiera sé yo cómo se llama. Y odio ver todo como si un puzzle fuese, como algo que rellenar, algo que nunca está lleno. Y nunca lo estará. Porque todo está inacabado, y así siempre será.
Y tal vez yo soy ese puzzle. Tal vez yo formo parte de él, aunque me agrade pensar que no es así. Y tal vez yo soy al que le faltan por completar. Porque existo en la nada y a la vez existo en todo.
Porque soy (y muy posiblemente) siempre seré un puzzle sin acabar. Un puzzle cuyas piezas no encajan con totalidad las unas con las otras.
Un desastre sin arreglar.