CAPÍTULO 4: UNA ROSA.

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Dayana sentía que aún estaba soñando.

Decir que el lugar era de ensueño se quedaba corto. Ella jamás se imaginó que la empresa le pagaría un lugar tan elegante durante su estadía en Canadá.

El lugar era espectacular, pero ni siquiera lo había procesado pues, como siempre, su jefe seguía adueñándose de sus pensamientos.

Él le había escrito bien temprano ese día.

Dayana juró que su corazón se detuvo al ver que tenía una notificación de Hunter.

En el mensaje él se disculpó por no pasar personalmente por ella al aeropuerto (cosa que le pareció extraña a Dayana, porque jamás había escuchado de jefes que se tomaran esos atrevimientos con simples trabajadores como ella) y también le envió un itinerario de cosas por hacer... Juntos.

Dayana sintió que podía desmayarse en cualquier momento.

Hunter le había dicho que iría por ella y no podía dejar de sentir que el tiempo no le alcanzaría para darse una arregladita como Dios manda.

Mientras terminaba su comida, pensó en que iba a conocer a Hunter al fin.

Era como un sueño secreto que estaba por hacerse realidad.

Y de pronto, perdió el apetito. Fue consciente de lo mucho que necesitaba arreglarse y corrió a la habitación.

Ni siquiera creía que Hunter pudiera fijarse en ella, o que estuviera soltero... Pero lo peor era que ella seguía sintiéndose poco atractiva gracias a la mirada que le había dado Amy Taylor cuando la vio en el aeropuerto, así que se dijo que lo mínimo que podía hacer era poner un poco de empeño en su apariencia.

Solo que ella no se esperaba que, al revisar su equipaje, vería lo que su hermana había hecho.

Dayana se mordió la lengua con fuerza para no soltar un grito de furia cuando vio que la mayoría de las cosas que había empacado no se encontraban en su maleta.

—Mataré a Daryana, ¡lo juro!—gruñó furiosa al tiempo que buscaba entre las cosas algo que pudiera usar.

Básicamente su hermana había sacado toda su ropa cómoda y recatada, suplantándola con jeans súper ajustados, pijamas de seda, lecería y blusas reveladoras.

¿Ahora con qué me vestiré para ir con Hunter?, se preguntó al borde del llanto.

Lo cierto era que, más que una pequeña broma de parte de su hermana menor, era un empujoncito amoroso.

Todos en su familia sabían que Dayana necesitaba soltarse el moño un poco, era una muchacha exageradamente recatada que se negaba a salir de las cuatro paredes de su estudio para algo más que ir a comprar pinturas y acuarelas.

Esa era la razón de la mortificación de Dayana... Le temía profundamente a cambiar.

La mayoría del tiempo intentaba convencerse de que era feliz siendo buena y haciendo siempre lo correcto; pero muy en el fondo quería hacer cosas diferentes, quería experimentar y sentirse atractiva. Pero nadie que haya pasado por ese tipo de situaciones podrá decir jamás que es algo fácil.

Luego de derramar algunas lágrimas, se dijo que debía ser inteligente. No tenía más opción que usar algo, lo más decente, de lo que había en la maleta.

Después de revisar mucho las cosas que su hermana le había empacado, terminó decidiéndose por una blusa de seda de color esmeralda, unos jeans ajustados (que, para su sorpresa, hacían que su trasero se viera como un corazón), botas térmicas y abrigo a juego.

Dayana se miró en el espejo y se sorprendió al ver que no se sentía tan diferente a sí misma. Se sintió tonta de haber llorado minutos atrás, pues en realidad no se veía como alguien más, si no como una versión sexy y hermosa de ella misma.

Justo en ese momento, escuchó sonar el timbre del departamento.

La sorprendió un poco porque fue la primera vez que lo escuchó sonar, pero rápidamente el susto por el timbre fue opacado por sus nervios de conocer a Hunter.

Se miró una vez más en el espejo y luego se apresuró a calzarse las botas térmicas.

Corrió a abrir la puerta del departamento y su corazón se detuvo cuando abrió la puerta.

Hunter, por su parte, no podía creer lo que sus ojos estaban viendo.

Dayana no solamente era hermosa de rostro, sino que además su figura era mucho más increíble de lo que él había logrado ver a través de fotografías y sus videollamadas.

La mujer de sus sueños era una pequeña bomba sexy de al menos un metro setenta de altura, con la cantidad correcta de curvas y unos grandes ojos marrones que parecían demostrar que el alma de su dueña estaba hecha de chocolate... O de algo aun más dulce.

Hunter siempre se había sentido atraído por Dayana, pero en ese instante se dio cuenta que lo que sentía era mucho más profundo.

Estaba muriendo por besarla... En ese instante no pudo evitar preguntarse si acaso sus labios y su piel serían igual de dulces como se veían.

Al darse cuenta que se había quedado mirándola fijamente, se aclaró garganta y le dio una sonrisa tímida.

—Es un placer conocerla finalmente, Srta. Daiana. —logró murmurar después de organizar sus pensamientos. Se sentía como si ella hubiese ocasionado un cortocircuito en su centro de mando. Él la vio bajar la mirada a su mano y recordó lo que había traído para ella. —Bienvenida, Daiana. — agregó levantando un poco la mano, tendiéndole la rosa roja incrustada en una tarjeta que él mismo había escrito a mano.

Hunter sintió que su corazón dio un salto brusco cuando la vio tomar la rosa y sonrojarse furiosamente.

Maldición, ¡Debí darle el ramo entero!, se dijo internamente.

Había pasado un mal momento dentro del auto, decidiendo si entregarle el ramo XXL que había mandado a hacer para ella, o sólo una rosa. Al final, pensó que el ramo podría incomodarla y se decidió por una sola rosa.

Dayana sonrió mirándolo a los ojos y su corazón se detuvo.

Esa imagen fue la más hermosa que Hunter había visto en su vida y pensó que sólo le había costado una rosa.

San Valentín con el CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora