Capítulo Único.

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-Le traigo buenas noticias, señora Gómez. -Dijo una muchacha de cabello naranja y liso. -Su familia entera está muerta.

El personaje que acababa de entrar en el salón real, era una criada que portaba un vestido rojo burdeos y un delantal, que anteriormente era blanco. Ahora, era una simple tela amarilla, estropeada por la tierra y manchas oscuras de un líquido color carmín.

Pesé a ser una extraordinaria noticia, la muchacha lo dijo con total tranquilidad, tragándose la emoción.

Le hablaba a la reina, que se encontraba allí sentada leyendo un libro.

Su majestad tenía unos 17 años, pero le gustaba ser tratada con apodos elegantes, como señora, señorita o mi reina, para representar autoridad. También le servía para recalcar su poder y superioridad en ese fantástico reino.

-¡Eso es excelente, querida mía! -Dijo apartando la novela y dejándola en el mullido asiento del gran trono, mientras se levantaba. -¡Por fin nos hemos librado de esos malditos! ¡Ya no nos molestaran más!

Ambas chicas se acercaron una a la otra y se tomaron las manos enguantadas.

Los ojos grises de la reina se posaron durante un largo rato en los de la sirvienta, que eran azules. Y esta, se dedicó a contar y admirar las pequeñas chispas marrones que decoraban las mejillas sonrosadas de la chica que se apellidaba Gómez.

-Hoy estás muy guapa, mi señora. -Halagó de repente la humilde joven, cuyo nombre era Eider.

-Gracias. -Y sonrió, lo cual, era raro en ella. -Es que el morado me sienta muy bien. ¿Verdad? -Y comenzó a mover su largo ropaje, decorado con piedrecillas brillantes y preciosas para que su compañera pudiese apreciar cada detalle del traje.

La muchacha de aspecto pobre se quedó sin palabras. No entendía como una persona podía expresar tanta hermosura.

Acto seguido, la chica que se había coronado como líder, paró de presumir y se acercó poco a poco a su tímida amante para tocar sus labios con los ajenos. Quería besarla. Lo necesitaba. Pero le daba mucha vergüenza y no se atrevía.

Las dos estaban muy nerviosas, pero lentamente consiguieron que hubiese menos espacio entre ellas.

Cuando estuvieron a pocos centímetros, Eider fue la primera en dar el paso y aventurarse en esa situación tan incómoda. Comenzó apartando suavemente una mecha azul petróleo, del pelo castaño y corto de su chica, que estorbaba en la romántica escena. Después, la besó en la boca. Fue rápido y superficial. Y se miraban en todo momento, para tenerlo controlado. Sonrieron después de aquello.

Al ver que no era para tanto, la señorita, con más valor, se acercó a Eider para devolverle el beso. Pero no lo hizo.

De la nada, las puertas de aquel lugar común, la sala de tronos, fueron abiertas. Ambas se asustaron y separaron velozmente para recibir a quines les habían interrumpido.

-Mi señora Ónix Gómez. -Era un joven arquitecto, de unos 14 años, bajito y con gafas que llevaba puesto un traje elegante, pero barato y de mala calidad. En mano, llevaba un cuaderno de anillas y pluma. Estaba algo estresado por todo el trabajo mandado y nervioso por la presencia de aquella figura esbelta e intimidante.

-¡Qué te he dicho de entrar en las habitaciones sin llamar! -Gritó ella irritada. Paralelamente, Eider se alejaba disimuladamente para pasar desapercibida. -¡Eres un inútil! ¡No vuelvas hacerlo o te tiro por el balcón!

-Lo... lo siento, señorita... es que...

-¡Qué! -Exclamó y preguntó a la vez.

-Le quería comunicar que ya hemos colocado todos y cada uno de los rosetones que pidió por todo el castillo.

Un Peculiar Reinado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora