Prólogo

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Una noche de fiesta, probablemente conseguiría un polvo rápido con tantas sustancias psicoactivas en el sistema de estas personas.

La música rebotaba en nuestros oídos y me daba la sensación de que todo iba en cámara lenta, pero no lo era.
El vaso que me dió aquella mujer de cabellos negros debía tener algo, pero poco me importó.

En la esquina del hotel en donde estaba toda la emoción de la fiesta, estaba apoyada una mujer la cual me hizo señas para que vaya hacia ella. Tambaleándome accedí y me llevó hacia unas escaleras, tomando sus hombros como apoyo.

—Espero que encuentres lo que estabas buscando, hermosa.—su voz se oía distorsionada y burlona, me llevó a una habitación mucho más oscura que las demás.

—¿Todo lo que te pedí?—logré articular.

—En la mesa de noche encontrarás las bolsas, además te dejo en compañía, como siempre.—ante esto, me guiñó un ojo y salió de la habitación.

Efectivamente, allí residían unas bolsas de cocaína y éxtasis. Solo por hoy, tomaría una, tampoco quería una sobredosis y ya mis sentidos se iban yendo de a poco.
La puerta sonó de nuevo, unos tacones se hicieron oír luego del repentino silencio.

—Querida, apenas entras y ya estás en este estado. ¿Qué haré contigo?—reconocí la voz de Violet, una mujer elegante y lujuriosa dispuesta a pasar la noche conmigo siempre que la llamaba. Esta se sentó conmigo en lo que parecía una cama y acarició mis hombros de arriba hacia abajo.

—Vi, quítate la ropa.—la mencionada sonrió con un brillo nervioso en sus ojos, preparada.

—No puedo esperar.—susurró en mi oído

Mi boca estaba algo pastosa y me dolía la cabeza cuando desperté en una cama ajena. Nisiquiera era la cama del hotel...¿En dónde estaba?

El olor de unos reconocibles panqueques y el sonido de la sartén llegó a mis sentidos.

—Hmm...Violet.—estiré mi cuerpo como un gato, mirando alrededor con los ojos achinados.

Se oyeron pasos de la cocina hasta el dormitorio, revelando a la dueña de la casa. Inconfundible.

—¿Despertaste, bebé?—ella se tiró a la cama encima mío, sus pechos rebotando en mi cara.

—¿Qué hora es?—intenté tomar mi teléfono pero Violet me lo arrebató de inmediato; la miré extrañada.

—Ah. Mejor come algo y luego...—el teléfono comenzó a sonar, una llamada de Emilia, enseguida la tomé ignorando la mueca que hizo Violet.

—¿Hol...—

—Enciende el televisor en donde quiera que estés.

Oh no...

AbstinenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora