Capítulo 10 - Un sueño hecho realidad

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Mi espalda descansaba en lo que parecía ser un colchón, sin embargo, abrí los ojos y vi un bosque. Me pregunté el por qué no sentía frío, estaba casi desnuda y los largos pinos se movían con gracia, indicando que había viento en este lugar.

—¡¿Por qué no se levanta?!—una voz resonó en todo el territorio, sacudiendo ferozmente la tierra. Pensé en la respuesta para esa pregunta, sentía pereza: mi cuerpo estaba tan pesado como una roca gigante.

Cerré los ojos, intentando pensar en algo para motivarme a caminar y explorar, pero cuando los abrí me encontraba en un lugar distinto; era una habitación tan dorada como el oro, me encontré sentada en la mesa más larga que había visto, había un gran banquete y parecía ser la única invitada. Inconscientemente me relamí los labios cuando mi vista se posó en un pastel de chocolate, tomé con mis manos una porción la llevé a mi boca, pero cuando lo hice, inmediantente mi mano se llenó de gusanos.

Furiosa, mi cuerpo destrozó el gran banquete que ahora estaba repleto de plagas, insectos, monstruos. Llevé mis manos a mi cabeza y grité para que la pesadilla acabara.

—¡Abre los ojos!

Creí que el susurro me había despertado cuando presencié un paraíso, era una habitación con joyas, las obra de arte más costosas del mundo, había una pila de billetes a un costado y trofeos por doquier. Jadeé en sorpresa cuando otro ser apareció en el lugar, se trataba de una mujer en una bañera con aspecto de sirena: era completamente hermosa, tenía un aura mágica y su cabello dorado contrarrestaba con su piel sin imperfecciones.

Por un momento sentí una punzada en el estómago cuando no capté su atención, yo era dueña de este sueño y aún así no tenía relevancia en este lugar. La única que parecía poseer tal cosa era esta criatura y me entristeció, pero aún así no podía comprenderlo.

De pronto, la criatura se volvió hacia mí y me sonríe, gesticulando para que la acompañe en la bañera, que se hacía más grande. En cuanto me sumergí, una oleada de calor me invadió el cuerpo y asalté a la criatura que tenía en frente, besándola y tocando cada lugar que podía a horcajadas de ella, quien no puso resistencia.

El encuentro duró hasta que por primera vez siento un aire envolver la habitación como un tornado arrasador. Una risa melodiosa pero totalmente oscura resonó en mi cabeza y en mi pecho, cubriéndome los ojos por el arrebato mágico me encontré en otro lugar completamente diferente: entre la espesa niebla roja se hallaron columnas negras y piedras preciosas del mismo color hasta que mi vista dio con unas escaleras que conducían a un trono con una majestuosidad macabra.

Soberbia.—pronuncié ahogándome con mis propias palabras. Mi cuerpo comenzó a dar una sacudida, lo que vi en aquel lugar fue una figura con su mirada carmesí clavada en mí.

—¡Eleonor!—el grito desgarrador de Alejandra me despertó, estaba en el suelo con ella sacudiendo mis hombros para despertarme con sus ojos completamente abiertos y temblando en el proceso.

Un pitido resonó en mis oídos, lo que me hizo fruncir el ceño y cerrar mis ojos otra vez, acostumbrándome a la luz del lugar. Podía sentir una sirena de ambulancia llegando en nuestra dirección, por un momento pensé que no era para tanto pero cuando iba a consolar a Alejandra, vi la sangre en sus manos.

—¿Qué...ocurre?—logré articular, ella me abrazó y mis manos se guiaron hacia mi cara, era donde provenía toda la sangre.

—Tuviste una sobredosis ¡Comenzaste a toser y toser!—un sollozo se escapó de sus labios, ahora el dolor de cabeza me estaba afectando—Tus ojos se cerraron y no supe qué hacer.

—Lo siento.—una lagrima silenciosa se deslizó por mi mejilla, los médicos llegaron y me examinaron antes de llevarme al hospital y dormir por unas cuantas horas.

AbstinenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora