Epílogo

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Lucifer era astuto al escoger su próxima víctima, un ser que no conocía nada más que la traición, el dolor y la crueldad en su reino oscuro. La única deidad que repudiaba a la humanidad tanto como a su creador.

—Hiciste un buen trabajo Asmodeo, no tenía conocimiento del culto hasta tu llamado. Te adoraban.—tomó asiento en el gran trono frío y duro de piedra, leyendo el libro en sus manos con la información que le dió su servidor.

Asmodeo no era más que un peón.

—Le agradezco, su majestad.—la forma corpulenta de lo que era aquel demonio, hizo una reverencia para mostrar su respeto. Sin embargo, levantó su vista para apreciar a Lucifer una vez más y notó algo que no pudo descifrar—¿Se encuentra bien, su majestad? Si me permite, su semblante ha estado en otra parte últimamente.

Los ojos carmesí se dirigieron al demonio unos cuantos pasos más abajo del trono, arrugó la nariz con desprecio y soltó con odio las siguientes palabras:

—¿Ahora eres observador? ¡Cumple con tus deberes antes de que te encierre en el calabozo nuevamente!—el fuego que decoraba los alrededores del salón tembló y se extendió casi hasta la posición de Lucifer, el demonio asintió repetidas veces y murmuró una disculpa antes de salir corriendo del lugar.

Suspiró y sostuvo su mentón con su puño, cerró los ojos y visitó el mundo humano en la forma de un cuervo, sería lo ideal ser discretos. Siguió su instinto como aquel animal y llegó a una casa a las afueras de un bosque, se asomó por la ventana y allí vio el cuarto de un bebé en tonalidades rosadas, la pequeña criatura lloraba sin parar y nadie fue por ella.

Lucifer se acercó un poco más, aferró sus garras a la cuna y pudo observar al ser más diminuto y hermoso que jamás había visto, la niña deja de llorar y nota al animal a su lado para luego sonreírle con lágrimas en sus ojos grises. Algo en Lucifer se removió en cariño y supo que no tardaría muchos años en tenerla en el inframundo.

(. . .)
Las voces de todos los presentes se detuvieron cuando el organizador dio una cuenta regresiva para el estreno de la película. Rose se acomodó en su asiento, justo al lado del mío e imité su acción; tomó mi mano con timidez y entrelaza nuestros dedos en el proceso, la miré con aprobación y la película comenzó.

Mostraron los créditos más importantes y sentí un movimiento a mi lado, volteé a ver a Rose que estaba luchando con su vestido, se atascó entre los asientos. Intenté ayudarla estirando la tela pero un movimiento en falso y se rasgó hasta el inicio de su cintura, lo que dejó una gran abertura. Me miró con pánico e intenté calmarla.

—Vamos al baño, te ayudaré a ocultar eso.—caminamos por los desolados salones, toda la atención de la gente estaba puesta en la película. Llegamos al lugar y ella me miró a través del espejo desganada—¿Qué ocurre?

—¡Estoy mostrando mi ropa interior!—se señala a sí misma—¿Y tú me preguntas qué ocurre?—la miré unos segundos, mis ojos yendo entre ella y su abertura, entonces comencé a reírme hasta que me dolió el abdomen y necesité aire—Muy gracioso.

—Deja de quejarte si aún quieres empleo.—me miró con los ojos bien abiertos y me disculpé de inmediato—Lo siento, sabes que es una broma.

—No quiero volver a ver la película, un montón de personas importantes me verán así...—puse los ojos en blanco y la abracé por detrás, mientras encontraba su rostro angelical en el espejo. Su expresión malhumorada la hacía ver como una niña pequeña.

—Vamos a mi casa.—estaba a punto de besar su mejilla cuando ella se volteó y me besó primero en los labios, al principio me sonrojé pero retomé el ritmo hasta liderarlo y profundizarlo.

AbstinenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora