PRÓLOGO

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Aquellos días en los que eran niños lo pasaban muy bien. Uno de los tantos favoritos de Kenny fue cuando hizo de Mysterion. Se lo tomaba muy enserio, hasta el punto de realmente salvar a unas cuantas personas y a su hermana pequeña, haciendo que lo considere su ángel guardián. 

Después de que los superhéroes y villanos se cansasen de jugar, Mysterion seguía ahí, siguió deteniendo delincuentes de delitos menores como robos sin violencia o posesión de drogas. 

Al principio evitaba que descubrieran que era él ya que le prohibieron "jugar" más a los superhéroes cuando enseñó su cara ante los medios, pero los años pasaron, la pubertad pegó fuerte y Kenny cambió de cuerpo y mente, además, ya si quiera sus amigos más cercanos, se acordaban del pequeño niño que sólo jugaba, de hecho, ahora agradecían sus servicios. 

Poco a poco la delincuencia bajó considerablemente, las noches de guardia se hacían pesadas por la monotonía de no hacer nada más que pasear por los tejados. Gradualmente dejó de salir hasta tal punto que él también olvidó a Mysterion. 

Pero… ¿Por cuánto tiempo permanecerá en el olvido?

Butters también recordaba esos días, "Ya fue hace mucho" decía con nostalgia. Era una época que aunque sus padres le castigasen casi todos los días y se metieran con él sus propios amigos, fue, sin duda alguna, la mejor. 

Desde que acabó secundaria la poca gente que tenía cerca se fue a estudiar fuera o en otros casos a trabajar. Ya no tenía a nadie, solo veía a Kenny de vez en cuando, aún no sabe cómo logró llegar a su misma universidad. No iba a todas las clases, ni todos los días, pero agradecía, aunque sea, ver una cara conocida.

Antes hablaban bastante, pero ahora, si quería a su único amigo ileso casi no hablaban, no quería volverlo a ver tan mal. Era injusto, él no se merecía lo que a él le tocaba vivir.

Y ya no era solo el hecho de no tener más amigos lo que le hacía recordar su infancia como la mejor etapa de su vida, sino también las constantes palizas que recibía por parte de sus nuevos compañeros cuando salía de clases. A veces no esperaban a salir.

No se comparaba con los tontos comentarios de cuando era pequeño. Llegaron a dislocarle la pierna derecha, dejándole como secuela un dolor punzante cuando la forzaba un poco. Cada día, todo ello, iba a peor.

Pero… ¿Hasta qué punto lo soportará?

La teoría del caos. -Bunny-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora