Prólogo

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Año 3026

En algún lugar del bosque, donde el simple pero fascinante color blanco de la nieve predominaba en casi todo alrededor, acompañado por unos salvajes vientos y con el cielo, que con frecuencia era teñido por un tono azul pálido, cubierto por cúmulos de nubes grisáceas.

Un pequeño animal se aferraba caminando, confrontando aquellos vientos que lo trataban de azotar a cada instante y siendo testigo del terrible olor a humedad que se alzaba en el aire. Un ratón gris, que aunque era un poco difícil de distinguir por la especie de capa que llevaba encima, se podía percibir por aquellas extremidades que lo delataban, como su nariz puntiaguda y su conocida cola peluda. Eso sí, sus orejas no se podían divisar, por el simple hecho de que estaban cubiertas por la dichosa capa.

Arrastraba consigo un improvisado trineo, en el que se hallaban sus suministros. Tiraba de él gracias a unas sogas atadas a sus hombros, logrando hacer la fuerza necesaria. Sin embargo, su visión se veía perjudicada por los copos de nieve que caían a su alrededor. Apenas alguno que otro era visible para él. No obstante, algunos lograban posarse sobre su pequeña nariz, causándole una sensación de escalofrío frecuentemente.

Los árboles por donde caminaba se encontraban tambaleándose, dando la impresión de que en algún momento caerían. No obstante, también se apreciaba el desprendimiento de las pocas hojas que les quedaban, cayendo en algún lugar en la nieve. Las hojas eran de color negro y marrón, quebradizas al tacto, muertas hace tiempo por el intolerable frío.

El pequeño ser no sabía por cuánto tiempo llevaba pisando la frígida nieve. La inmensidad del paisaje no le dejaba pensar con toda exactitud y, habiendo nacido como una presa pequeña, era un blanco fácil para cualquier tipo de depredador, debiendo mantenerse alerta a cualquier tipo de sonido que pudiera indicarle que estaba en peligro. Aunque hasta ahora ese miedo iba perdiendo fuerza conforme pasaba el tiempo, mientras continuaba atravesando muchos parajes del mismo bosque.

Solo entonces pararía de caminar...

Quedándose quieto por un instante y dirigiendo su vista hacia el cielo, viendo cómo este se estaba poniendo de un tono más oscuro conforme pasaba el tiempo. La iluminación tenue que provenía del sol desaparecía lentamente en el horizonte infinito. No pasaría mucho tiempo hasta que la negrura de la noche consumiera el entorno del pequeño animal.

Fue entonces cuando se vio sorprendido por el aire frío que se estrellaba sobre su rostro y cuerpo de una manera que se sentía como gruesos látigos que laceraban su pelaje.

—Vamos, solo unos metros más —Dijo en voz baja para sí mismo.

Continuó caminando, mientras pensaba en un lugar que le prometía empezar de nuevo una vida tranquila, un lugar que hiciera olvidar aquellos malos recuerdos del pasado que lo seguían a cada momento. Así que solo siguió andando, esperando que la suerte estuviera de su lado.

La noche cayó y el bosque ya se encontraba en completa oscuridad.

El ratón había logrado llegar hasta el hueco de las raíces de un viejo árbol. Se percató de que no hubiese nadie adentro, observándolo detenidamente de arriba a abajo. Era un poco más ancho en comparación con otros que había visto, pero este, al contrario de los demás, se encontraba con la tierra algo seca y con un olor a encierro, a madera vieja y podrida. Pero para el grisáceo, era el menor de sus problemas.

No lo pensó mucho y, sin prisa, empezó a introducir con toda delicadeza el trineo que llevaba consigo. Ya dentro del hueco, empezó a sacar algunas telas y algodones que traía en el mencionado trineo, logrando improvisar una cómoda cama donde pudiera recostarse. No sin antes hacer una pequeña fogata con algunos trozos de madera y rocas que había conseguido encontrar por ahí.

La luz del fuego iluminó por completo el lugar. El ratón suspiró aliviado, mientras veía con sus propios ojos al fuego bailar. Escuchando, a pesar de los ruidosos vientos del exterior, la leña crujir por las llamas como si fuera un quejido, o un llanto de dolor.

Un pequeño recuerdo empezó a venirle a la mente, uno vago y borroso cuando apenas había nacido. Distinguía a quien parecía ser su padre sosteniéndolo en sus brazos mientras conversaba con su madre, logrando oír las risas y suaves pláticas sin rumbo, comunes como la simple pareja normal que eran.

Cerró los ojos y los abriría a los pocos segundos...

El recuerdo de ellos se había desvanecido en un abrir y cerrar de ojos, dejándolo completamente confundido y con un vacío muy expuesto, uno difícil de llenar. Se preguntó... si esta era la vida que se vería obligado a soportar, a vivir con este creciente vacío, o si finalmente podría haber un momento de consuelo, sea cual sea ese consuelo.

Sentado frente a la diminuta llamarada, aun temblando un poco por el frío que entraba por el hueco de la cueva, se preguntó si era real o no aquel lugar que había oído hace años, cuyo nombre se describía como "La Casa Humana". Un lugar que en su día fue habitado por aquellos misteriosos seres considerados, en su tiempo, como los más inteligentes y avanzados que jamás existieron. Tal vez, algunos animales podrían decir que eran divinos: seres que trascendían a los simples y rudimentarios animales de hoy; las hazañas y materiales de los humanos aún son desconocidos y apenas comprendidos por todos los animales. Pero ahora se habían extinguido, aunque nadie sabía cómo había ocurrido para que desaparecieran sin dejar rastro alguno.

Ciertamente, sería lo último que pensaría antes de irse a recostar. Aun llevando puesta su capa de color marrón, cerraría sus ojos, solo para unos pocos minutos quedarse dormido, recordando unas pocas voces que había logrado rescatar de aquella memoria desvanecida de sus padres.

"Loan..." La voz aguda y cálida de su madre lo llamó suavemente, pronunciando su nombre con una ternura que lo envolvió en una sensación de paz. "Mi pequeño híbrido...," otra voz, más profunda y serena, la de su padre, resonó con cariño. Loan se movió entre las telas, sin llegar a despertarse. Se acurrucó, abrazándose a sí mismo en busca de calor y siguió durmiendo, sin sospechar que su existencia iba más allá de lo común. Porque él, era algo mucho más distinto, un ser conocido como un Milagro Divino.

ESCRITO POR

LEANDRO CARRILLO

BASADO EN EL WEBTOON COMIC DE

MARIEL LOPEZ



LITTLE HYBRID #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora