3- Un mensaje

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Advertencia de contenido: Menciones de violencia, armas, muerte y sangre.

Seúl, el territorio ocupado por humanos en Corea del Sur posee 10 millones de habitantes cuya mayoría se autodenomina "civilizada". Hacen negocios con otros humanos a lo largo del globo, desarrollan dispositivos electrónicos, exportan petróleo y, sobre todo, comercian con armas anti-lobos. Los dirigentes se enorgullecen de sus avances en armería y la ubicación misma de su ciudad es un testimonio de lo poco amenazados que se sienten por los salvajes.

La opinión pública es favorable para los gobernantes, pues cada año sin falta el primer ministro menciona en sus discursos cómo ellos, en una muestra histórica de fraternidad, intentaron negociar un tratado de paz con un grupo de lobos de piel pálida, pero los salvajes se negaron e intentaron forzar su entrada en la ciudad, la cual repelieron con gran valentía.

"Los clanes de lobos, que de solo pensar en ellos se llena de furia mi corazón, son un recordatorio de por qué nuestros soldados son héroes en todo el mundo. No podemos permitir que su apariencia que es como la de nosotros, seres humanos, nos engañe otra vez ¡Las bestias son bestias! ¡Los humanos somos humanos! ¡No existe otra especie que piense y sienta! ¡No existe otra especie como nosotros!"

Hyung Sik compró dos docenas de pasteles de pescado a un señor de avanzada edad que aplaudía al hombre uniformado en la televisión, sonrió a la florista que apenas iniciaba su jornada matinal, moviendo el letrero de "cerrado" a "estamos abiertos". Dos hombres con bolsas llenas de tteokbokki lo seguían. Ninguna de las personas despiertas a tan tempranas horas de la mañana se cuestionaban de dónde venían o a dónde iban. Estaban en "la ciudad más segura del mundo".

El grupo salió antes de medianoche con dirección al bosque, el mismo soldado en turno recibió su pago en silencio y les permitió avanzar, si eran un grupo de locos o amigos de los lobos no le era relevante, lo importante eran los billetes de 50 mil wones empaquetados en un sobre.

El reducido equipo de rastreo volvió a la zona dos, el territorio inhabitado más cercano a Seúl, ningún lobo vivía ahí, los más cercanos eran el clan Kim, con quienes la Milicia Resistente liderada por Namjoon se reuniría.

El equipo se movió en silencio, recogiendo las flores de porcelana que alguien sembró recientemente, no fueron los Kim, no fue la Milicia, ciertamente tampoco fueron los humanos, pero alguien dejó ese mensaje y buscarían pistas en ellas.

Sik se adentró hasta llegar al borde del territorio Kim, la tierra se negaba a tragar el baño de sangre que recibió la noche anterior y nadie había recogido aún los cuerpos de los lobos que atacaron a los Alfa Kim. El ex soldado revisó algunos de los cuerpos, buscó en sus bolsillos pero no encontró identificaciones, sus cuerpos tampoco tenían marcas que correspondieran a algún clan.

"Los lobos no deberían matarse entre ellos", pensaba Sik antes de que algo captara su atención, uno de los cuerpos tenía las manos oscurecidas, al bajar el cuello alto de su camisa notó la misma coloración en él.

"Este hombre murió antes del ataque".

Curiosamente, alguien más debió notarlo, porque un retazo de tela cayó cuando Sik bajó más la camisa para observarlo mejor. Sik se acercó la tela a la nariz y olía a moras, un fruto nativo de la zona. Aunque estaba rodeado por cadáveres no pudo evitar sonreír, encontró un mensaje para ellos.

—Quien sea que lo hizo, dejó el cuerpo escondido entre los demás, no volvería al lugar de los hechos para dejar un mensaje en su cuello, o al menos no uno que no puede rastrearse con el olfato de un lobo, esto no es tinta artificial, es una mora machacada. Un olor normal en esa parte del bosque ¿Qué quiere decir? Que era un mensaje para nosotros de parte de los Kim —Explicó al ser cuestionado por uno de sus compañeros mientras caminaban de vuelta a la base.

S(t)igma «KookTae »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora