4; La cabaña.

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2018

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2018

Los rayos de sol golpeaban la ventana esa mañana. Las montañas son visibles a través del vidrio y el paisaje es más hermoso a la vista.
La decoración dentro de la habitación se mezclaba perfectamente con el exterior, madera por dónde la vieras.

Chiara dormía plácidamente, envuelta en las sábanas blancas que se estaban arrugando por su manera de moverse durante la noche. Los pájaros cantaban y sentia que estaba en el lugar más tranquilo del mundo.

Sus ojos se fueron abriendo de a poco, el reloj marcaba las 10 de la mañana y algunos minutos pasados, los golpes en la puerta llamaron su atención y estando algo dormida respondió.

—Pase—Se levantó un poco, quedando sentada y frotándose los ojos.
Cristian la había invitado a ella y a Lisandro a pasar el fin de semana juntos, habían pasado tres meses sin verse y finalmente organizaron para viajar a Córdoba.

—¿Tanto vas a dormir?—El morocho se asomó por la puerta y una taza de café en la mano, rara vez era detallista, tenía una manera extraña de demostrar cariño pero con ella era diferente.

Se acercó al borde de la cama, sentandose y se la pasó a su amiga.
—Gracias Cris—Esta se acercó y le depositó un beso en la mejilla.
Al darse cuenta de que estaba en ropa interior, se tapó rápidamente.
El morocho ignoró la situación, como si no la hubiese examinado completamente.

—¿Dormiste bien?—Se acercó un poco más a ella y bostezó.

—Si, me encanta este lugar, es hermoso—Chiara tomó un sorbo del café y peinó un poco a su amigo, que parecía que recién se levantaba al igual que ella.
—¿Y Lisandro?—Preguntó.

—Creo que sigue durmiendo o se está bañando, no sé—Cristian se dió la vuelta para mirar hacia la puerta, cuando su amigo apareció, lleno de ojeras y despeinado.

—Hablando de Roma—La pelinegra lo miró desde la cama y este se acercó, sentandose al lado de Cristian.

—Buen día se dice—Agarró la taza de su amiga sin preguntarle y tomó un sorbo de café.

—No solo me invaden la cama sino que también se toman mi desayuno, buenísimo—Chiara se cruzó de brazos al ver lo tiernos e invasores que eran.

Los dos se miraron, de forma cómplice, como dos niños a punto de hacer una travesura y se metieron dentro de la cama con ella.

—Ay no salgan de acá, tienen los pies llenos de tierra seguro, rajen de acá—Trató de moverlos pero fue imposible, era como querer tirar una pared.

Two | Lisandro Martínez, Cuti Romero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora