2

181 32 9
                                    

Dean no pudo dormir esa noche porque se mantuvo pensando en Cas y en como lo había hecho sentir.

Una parte de él creía que era una locura el torbellino de deseo que corría por sus venas. 

Estaba tan excitado esa noche que tuvo que masturbarse para relajarse.

Se masturbó pensando en los labios de Castiel y sus fuertes muslos que se apretaban contra su entrepierna. Era la primera vez que hacía eso pensando en un hombre, pensando en ese ángel.

Presionó las palmas de sus manos contra sus ojos. Era tan extraño y, al mismo tiempo, tan familiar.

No podía recordar un solo día en el que no hubiera pensado en Castiel… tal vez siempre había estado en la cabeza de Dean.  Y quizás era que tan solo lo estaba viendo, realmente lo estaba viendo por primera vez.

Oh... lo extrañaba... lo extrañaba tanto...

Tal vez el esfuerzo de tratar de hacerlo recordar, de traer de vuelta a su Cas, no solo estaba volviendo loco a Dean sino también lo ponía cachondo como un hijo de puta.

¡Deja de pensar en él, maldita sea!

Sam entró en la habitación del motel con dos cafés y unas galletas.

—No es un desayuno adecuado, pero... es todo lo que pude conseguir  —Sam suspiró, puso las cosas sobre la mesa y se sentó.

Dean lo miró, cansado de sus propios pensamientos. Se levantó pesadamente y caminó hacia el desayuno:

—Será suficiente por ahora  —murmuró, sorbiendo su café. Luego hizo una mueca—: Amargo —se quejó.

Sam suspiró de nuevo:

—Me estaba rompiendo el cerebro tratando de descifrar qué diablos significa 'ya no nos necesitan'. —Masticando una galleta, agregó—: Quiero decir... ¿no éramos nosotros los recipientes?

—Sí, pero creo que hay algo más —respondió Dean con los ojos entrecerrados.

—Borraron completamente los recuerdos de Cas antes de que pudiera decirnos algo muy importante… —Sam frunció los labios—. Estoy empezando a creer que los ángeles y los demonios quieren lo mismo.

Dean le lanzó a su hermano una mirada de sorpresa:

—¿Qué quieres decir con que quieren lo mismo?

—¿Y si el apocalipsis beneficia a los ángeles de alguna manera, no solo a los demonios? —Sam sugirió.


Dean frunció el ceño:

—¿Cómo podría beneficiar a los ángeles?

—No lo sé, pero tenemos que averiguar lo que Cas estaba tratando de decirnos.

Dean resopló y tomó una galleta:

—Bueno, deberíamos tratar de encontrar otra manera; Cas no me recuerda en absoluto.

—Entonces, ¿realmente fallaste? —preguntó Sam— ¿Incluso con ese... vínculo que Anna mencionó?

Dean se removió en su asiento incómodo y trató de evitar la mirada de su hermano:

Magnético Donde viven las historias. Descúbrelo ahora