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Bobby y Sam regresaron por la mañana y encontraron a Dean dormido, acurrucado con Cas en la cama. Sus mandíbulas cayeron por la sorpresa.

—Hola. Recuperé mis recuerdos  —anunció Castiel como si no estuvieran en una situación embarazosa.

Sam asintió y sonrió incómodo.

—Eso es-eso es genial, Cas.

—Tú... despierta a Dean. Los esperaremos abajo. Tenemos... mucho que discutir —tartamudeó Bobby, y se fueron, cerrando la puerta detrás de ellos.

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—Entonces, ¿lo que estás diciendo es que Zachariah les lavó el cerebro a todos los ángeles rebeldes para mantenerlos bajo su orden? —preguntó Dean.

Castiel asintió.

—Porque éramos un número mayor que ellos.

—¿Te refieres a que son ángeles rebeldes que están de nuestro lado? —Bobby se señaló a sí mismo.

—Sí, estaba a punto de reunir una fuerza contra ellos cuando encontraron dos recipientes más para Miguel y Lucifer —explicó Castiel.

—Eso era lo que querías decirme  —dijo Dean.

—Entonces si le cortamos la cabeza a Zachariah, ¿podemos recuperar a todos esos ángeles? —preguntó Sam. 

Castiel asintió. 

—Si matamos a Zachariah, su influencia sobre el resto de los ángeles rebeldes terminará. Y tendremos una ventaja.

Bobby y Dean intercambiaron miradas. Bobby se encogió de hombros. 

—Podría funcionar.

Castiel tocó las botellas de aceite sagrado que Bobby y Sam habían traído de la cabaña de Rufus. 

—Esto funcionará. Les mostraré cómo hacer una trampa para ángeles —dijo Castiel con una mirada determinada.

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Encontraron un granero abandonado a kilómetros de la casa de Bobby. El lugar perfecto para poner una trampa.

Habían pasado horas cuando Castiel decidió convocar a Zachariah. 

—Esto es muy arriesgado, pero tiene que funcionar —dijo, con todos los elementos sobre la mesa.

—Una vez que matemos a este bastardo, este lugar estará lleno de sus amigos —dijo Dean.

Bobby estaba preparando cócteles molotov de aceite sagrado. 

—Y estaremos listos para matarlos también —sonrió.

Castiel llamó a Zachariah, y no los hizo esperar. En solo un segundo, el maldito estaba allí con su odiosa sonrisa.

—Castiel, no completaste tu misión. ¿Por qué? —Zachariah se burló.

Castiel levantó una cerilla encendida en su mano y miró fijamente a los ojos de Zachariah. 

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