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Dado que las camas de la casa estaban todas ocupadas, decidió dejar a Taehyung en la mesa donde Jimin y los centinelas podrían velar por él durante la noche.

Tomaron algunas mantas y las colocaron debajo de él junto con una almohada para la cabeza. Jungkook lo arropó con un suave cubrecama después de quitarle las botas.

—Deja que duerma. —Jimin comprobó el pulso de Taehyung —. Si no se despierta mañana, entonces... no se qué vamos a hacer. ¿Llamamos a los psi? ¿Y si son ellos quienes le han hecho esto? —Sacudió la cabeza y se apoyó en Namjoon—. ¿Querría Taehyung que lo vieran de este modo?

Jungkook no respondió. Debería centrarse en la seguridad de su clan, pero su atención la ocupaba el doncel que tenía ante sí. Era alguien al que no podía proteger, pues se encontraba en un mundo al que él no tenía acceso. Del mismo modo que no había sido capaz de proteger a la mujer a la que había amado: su madre.

Incluso después de todo el tiempo pasado, no podía recordar la risa de su madre sin acordarse de sus gritos. Joven y débil, la había visto caer mientras luchaba con uñas y dientes, había visto la resplandeciente luz de su vida apagarse a borbotones. La consecución de su venganza había atemperado la bullente ira que lo invadía, pero Jungkook sabía que las cicatrices eran para siempre, marcas de las vidas perdidas de su madre y de su padre, sanadora y centinela del clan. Aquellas cicatrices le habían endurecido, pero ese día había descubierto que había cosas contra las que no podía proteger a los suyos.

Sin saber cómo, Taehyung se le había metido muy dentro, una presencia vibrante en lo más profundo del corazón donde sólo tenía cabida una pareja. Y ahora su luz también oscilaba en medio de una tormenta que no podía capear del peligro que no podía ver. Su impotencia le devastaba. Estaba furioso con el destino por darle un compañero al que no podía mantener a salvo. Quizá por eso había cerrado deliberadamente los ojos a una verdad que la pantera había entendido desde el principio... no había querido sufrir como ya lo había hecho antes, no había querido que su corazón sangrara de nuevo.

—Despiértate —le ordenó en un áspero susurro con los ecos de un gruñido.

No tenía intención de perder lo que acababa de encontrar.

Las horas pasaron mientras vigilaban y esperaban. Los pájaros comenzaron a despertar, pero ningún psi se abatió sobre ellos. Al parecer los SnowDancer habían mantenido su palabra, y fuera lo que fuese lo que le había sucedido a Taehyung, no había sido porque el Consejo se hubiera enterado de que él les estaba ayudando.

Los nerviosos padres y madres empezaron a relajarse, pero los soldados permanecieron en alerta máxima. Taehyung se despertó justo cuando comenzaba a clarear el día y Jungkook ordenó a todos, salvo a Namjoon y a Jimin, que salieran de la cocina.

Él abrió los ojos y miró al techo durante varios segundos antes de incorporarse.

—¿Cómo he llegado hasta aquí?

—Los SnowDancer te encontraron en su territorio y yo te traje aquí. — Deseaba mostrar los dientes y marcarlo, ahora que por fin había comprendido que no deseaba luchar contra los instintos primarios de su bestia.

—¿Qué? Se suponía que debía detenerme en tus tierras. —Se dispuso a alisarse el pelo y se quedó paralizado—. Me has soltado el cabello.

—Sí —dijo empleando un tono absolutamente posesivo.

Taehyung parecía desconcertado, y era la primera vez que Jungkook había presenciado algo semejante en un psi.

—¿Quieres que te traiga un poco de agua?

Taehyung aceptó el vaso que le tendía Jimin y bebió.

—Gracias.

—De nada. —El sanador tomó de nuevo el vaso y su mirada se cruzó con la de Jungkook —. Tal vez debería ir a echar un vistazo a los demás.

NIGHT HUNTER [KOOKV]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora