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Damesse me había prácticamente raptado cuando me halló en el muelle. Dispuesto a llevarme a como diera lugar sin escuchar mis exclamaciones ni mis quejas, como si yo fuese algo así como un cero a la izquierda que era totalmente eludible. Pero me encargué de gritarle unas cuantas cosas antes de que me obligue a subir a su motocicleta y yo, como buena niña que era, me subí ignorando su ofrecimiento para sostenerme de él, ya que su preciosa moto seguía sin tener la condenada agarradera. Recuerdo sus palabras textuales: "te subes a la maldita motocicleta o llamo a la policía ahora mismo para que le expliques cómo en un brote psicótico te robaste la motocicleta del oficial más importante de Manhattan" y yo le respondí entre balbuceos: "y el más gilipollas también". Pero pese a mi renuencia, no quería que el problema se hiciera aún más grande e intolerante, mucho menos llamar la atención de los transeúntes adormilado por las altas horas de la noche. Después de todo, tenía algo muy oculto en el fondo de mi alma y no me apetecía que sea descubierto hasta no tener un plan de contingencia que me asegure mi futuro fuera de la cárcel o la reducción de mi condena.
Damesse parecía tener información al respeto y me convenía saber hasta dónde había investigado para poder mantenerme al tanto sobre lo que era necesario que se sepa sobre mi secreto, y lo que no. Y si caía ante él en el trayecto, serían solo efectos secundarios porque en mi cabeza, desde el principio, estaba estipulado no estar con nadie y se lo había dejado ya en claro aquel día en el que me sorprendí cuando lo vi entrando con las valijas de su hermano. No deseaba una relación, y menos una con alguien que tenía el poder absoluto de destruirme de muchas formas.
La coraza ideal. Mitigar el dolor y reemplazarlo por una perfecta defensa de destrucción y distracción.
En esa noche no solo había tenido mi tan ansiada primera vez en un baño, sino que también había robado su moto y conseguido arañarle el rostro cuando, sin querer, en un manotazo para que me suelte, le rasgué la mejilla alegando en mi defensa que le había dado "por golpear a Adam". No obstante, gracias a su motocicleta y el placer de conducirla yo misma, había olvidado el breve altercado causado por mi estupidez.
Me hallaba en algún edificio de Midtown East, recostada e intranquila sobre un sillón amplio de cuero blanco totalmente desconocido para mí, ya que nunca había venido a este lugar. Se veía totalmente pulcro y el dueño de este departamento tenía un gusto exquisito para la decoración estilo minimalista en tonos negros, grises, blancos y matices perlados.
—¿Dónde estamos? —interrogué cuando lo vi aparecer por una puerta color caoba con su móvil y el mío en sus manos, iluminándole su rostro y creando una perfecta sombra de sus facciones.
La habitación donde me encontraba era brevemente calentada por una chimenea de tamaño considerable, que le daba un aspecto elegante a la sala de estar. La poca iluminación que había era creada por las luces nocturnas que entraban por los grandes ventanales ubicados a la izquierda de los sillones. Ocupaban el cien por ciento de lo que deberían ser paredes, dando una preciosa vista a las calles concurridas de la gran ciudad, y a su vez, se podían apreciar pequeñísimos rayos de luz muy en la lejanía, anunciando la llegada de un nuevo día.
Cuando el efecto de la adrenalina había desaparecido, le dio espacio a un insoportable dolor en mi rodilla bajando hasta mi tobillo. Esto causaba que mis movimientos se hayan reducido a gran escala, ya que no quería forzarlo demasiado para que el doctor no anhele liquidarme por mi venerable imprudencia.
—En mi departamento —respondió con simpleza, tendiéndome una botella de agua a mis manos. Su cabello revuelto le daba un aspecto totalmente sensual, llevándome rápidamente a nuestro encuentro en el baño de SnowBall y haciendo sonrojar mis mejillas por los recuerdos ardorosos que tenía presente en mi memoria —. Toma esto.
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Ley & Deseo: Sumisión [COMPLETA]
RomancePrimer libro de la saga: Ley y Deseo. El sexo en un adolescente es algo excitante y nuevo. Imagínate que tu sexualidad y deseo se enciendan totalmente luego de conocer a un hombre que te lleva diez años, frío, seguro de sí mismo, y... prohibido. ¿Y...