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Wanda estiró los brazos y notó como la luz ingresaba por su ventana.

Vio el número doce junto a un número treinta en el reloj junto a la cama. ¡Que extraño! Sus padres solían despertarles cuando el reloj tenía el diez en el.

La pequeña abrió los ojos un poco más, ya que según Peter aquello lo hacía despertarse más rápidamente.

—¿Peter? — preguntó palmeando la cama del costado.

Su hermano había obligado a sus padres a comprar una cama que fuese exactamente bajo la cama de Wanda, ya que solía repetir que si dormían lejos, no descansarían bien. La realidad era que Peter temía demasiado a la oscuridad y estar con Wanda lo hacía sentir seguro.

Gran parte de la noche tomaban sus manos y las acariciaban, por seguridad.

—Silencio, Wanda, estoy dormido.

—¡Que no estás dormido, mentiroso!

El de cabello ruloso se levantó molesto.

—¡Que si estoy!

—¡Que no!

—¡Que sí!

—No griten. — pidió Pietro escondido bajo las sábanas. Odiaba los gritos. Era un niño muy tímido, tan tímido que realmente parecía no disfrutar de muchas cosas, pero la verdad él era feliz.

Pietro realmente amaba su corta vida, pero odiaba los gritos, claro que sí.

—¡Despertaste a Pietro! — se quejó Wanda.

—¡Eh, que yo no he sido!

—¡Que sí!

—¡Que no!

Del otro lado del pasillo, Erik se encontraba escuchando los gritos de sus hijos.

Bajó la mirada para encontrarse con su esposo dormido contra su pecho desnudo. Había sido una gran noche, Charles lo había hecho cuestionarse mucho, lo suficiente como para saber qué debía hacer ahora.

—Buenos días... — susurró el más pequeño.

Su esposo le dedicó una sonrisa y salió de la habitación luego de envolverse en una bata oscura.

—Niños, hora de desayunar. Una ducha y luego bajen. Pietro y Peter, comparten baño, Wanda ve a nuestra habitación. — dijo rápidamente.

Los tres saltaron desde sus respectivas camas y se fueron corriendo a hacer lo que debían hacer. Aunque Wanda antes de alejarse, abrazó a su padre.

Erik sonrió.

Se sentó sobre el sofá que daba a la ventana y recordó cómo era cuando los tres eran bebés.

Sostenerlos para contarles cuentos, mecerlos hasta dormir, arrurarlos y sentir que la vida parecía cobrar sentido, que cada cosa que le habían arrebatado, ya no importaba, porque tenía todo lo que podía desear cualquier persona en el mundo...

Luego de un par de minutos el pelirrojo decidió que sería buena idea irse en busca de su esposo, se encontró con el castaño charlando entre risas con su pequeña quién gritaba desde el baño.

—Amor, juro que tu cabello no se caerá porque no me encargue de lavarlo por un tiempo. — rió Charles.

—¡Papá, me asusta!

—Oh, Dios. — Charles sonrió escondiendo su rostro entre sus manos.

Erik no pudo evitar la sonrisa que escapó de sus labios.

—¿Ocurre algo?

—Teme que su cabello se caiga. Ya sabes, ama que la ayude con el... — Erik asintió y golpeó la puerta del baño.

Once upon a time [Cherik - Wandanat]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora