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Un niño de ojos celestes y cabello cobrizo rizado corrió escaleras arriba con los ojos llenos de lágrimas, estaba agitado y aguantando las ganas de llorar lo más que podía, ¿cuanto más puede aguantar el llanto un pequeño de cinco años? Al llegar a la habitación de su padre empujó la puerta con todas sus fuerzas y la cerró detrás de si haciendo resonar un estruendo en toda la habitación, Crowley dejó lo que estaba haciendo para ir hacia allí a recibir a su pequeño hijo, quien al ver a su padre se abalanzó sobre este hechándose finalmente a llorar. Crowley suspiró, le partía el corazón ver a su pequeño hijo llorar sin saber el motivo, cargó al pequeño y se sentó a los pies de la cama limpiando las lágrimas del mismo.

- ¿Sucedió algo malo? ¿Te golpeaste en algún lado? –preguntó con suavidad intentando saber qué pasaba– Anzel, pequeño, ¿no le contarás a mamá?

– Es que... Es qué... Lo dijeron otra vez -pudo decir entre sollozos casi incomprensibles.

– ¿Quienes dijeron qué? -volvió a preguntar Crowley, besando la frente del niño.

– El tío Ligur, y el tío Hastur, dijeron que soy un hijo bastardo.

El ceño del mayor se frunció, su corazón se encogió al sentir la pena que sabía, sentía su hijo, sus ojos se cristalizaron y no pudo hacer nada más que abrazar al pequeño, una larga y dolorosa historia, incluso para Crowley, aún más para Crowley. Dolía demasiado cuando su familia tenía esa conversación, aunque no era intención de estos que el menor les escuchara, pero ya iban tres veces ese mes que el pequeño corría llorando a los brazos de su padre porque lo habían llamado "hijo bastardo".

– No es cierto, no eres un hijo bastardo, eres mi pequeño –besó la frente del niño, quien limpiándose los ojos con sus manitas suspiró ahogando un sollozo.

– Pero ellos dijeron que no tengo papá, que soy una vergüenza.

– Tus tíos hablan mucho todo el tiempo, no debes hacerles caso, ¿quién demonios es un hijo bastardo? Solo ellos son los bastardos aquí –intentó animar al pequeño, sonriéndole con amor- Y si tienes un papá, ya te dije que los niños no los hace una sola persona.

– Pero mi otro papá no está aquí, ¿dónde está?

– Tu otro papá está ocupado con el trabajo, ¿no recuerdas? Él trabaja mucho, solo cuando pueda comprar una casa para nosotros, entonces viviremos juntos –una mentira piadosa no haría mal, un día quizás Anzel olvidaría todo aquello.

– Ojalá sea pronto, no quiero que digan cosas feas de ti papi, no quiero que te llamen omega estúpido nunca más.

– Jaja~ tus tíos si que se pasaron esta vez... No te preocupes, pronto nos iremos de esta casa.

Crowley acunó al pequeño en sus brazos hasta dejarlo dormido, lo arropó en aquella cama pequeña donde a penas cabían ambos, salió de aquella habitación y en cuanto se vio solo, lloró, por una vez se permitió llorar y sentirse mal, estaba en todo su derecho a tener emociones y sentimientos de tristeza, que desde hacía años era lo que más sentía. Con pasos pesados bajo hacia la cocina de la casa, una casa de madera vieja, donde a penas cabían cinco inquilinos, Beelzebub su hermano mediano, Hastur su hermano mayor con su esposo Ligur, él y su hijo. Se podía decir que por ser una familia pobre, el ambiente sería agradable y suave, mas allí solo se respiraba hostilidad y menosprecio, principalmente hacia el pequeño angelito que ahora dormía, y Crowley, quien al llegar al comedor tomó un jarrón vacío lanzándolo al suelo haciendose añicos por el fuerte impacto.

– ¡Quiero saber por qué demonios siguen hablando de mi hijo! –alzó la voz exaltado y furioso, y no era de menos.

– Cálmate Crowley, aquí nadie habló de tu mocoso bastardo, venga, si no querías eso lo hubieses abortado cuando tuviste la oportunidad –resumió Hastur, curado de espanto mientras preparaba la cena– Oh vamos, no pongas esa cara, aquí todos somos unos pobres diablos, ¿qué más da?

Mi destinado Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora