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En alguna parte de la ciudad, Crowley llevaba una bandeja con bebidas para los invitados de la fiesta, esta reunión parecía muy importante ya que nomás podía ver alfas y más alfas por allí, acompañados por omegas que lucían caros, como si estuvieran promocionando toda una tienda de marcas caras, le recordaba aquella fiesta a la que asistió cuando conoció a Aziraphale y un poco de nostalgia le invadió, no podía creer que luego de cinco años lo volviera a encontrar y este no lo hubiese reconocido, tras pensarlo mucho, decidió que eso era lo mejor, él es realmente pobre, además no tiene nada que ofrecer más que sus sentimientos, sin contar las probabilidades de que ya estuviese casado o tuviese otro hijo. Dobló a la derecha, perdido en sus pensamientos chocando con alguien quién rápidamente agarró su cintura y la bandeja antes de que pudiese caer al suelo.

– Ten más cuidado –sonrió Aziraphale, feliz de ver a aquél hombre en la fiesta– ¿Trabajas aquí?

– ¡Woah! ¿Tú? –dijo con asombro el pelirrojo sintiendo sus mejillas sonrojadas.

– Nos volvemos a ver, ¿no crees que sea el destino? Aveces actuando de forma tan, inefable.

– Ejem, jefe la fiesta es hacia allá –interrumpió Gabriel, haciendo a Azira soltar a Crowley y dirigirse hacia el lugar que había señalado, un poco frustrado. Gabriel dirigió su mirada hacia el pelirrojo– Tú, eres el que salió de la librería hace cinco años, ¿verdad? El omega de cabello por los hombros, que huele a pie de manzana...

– Si, soy yo, ¿y a tí qué? ¿Eres su pareja o algo así? Que sepas que él no me recuerda así que...

– Quiero hablar contigo... Sobre ese niño, es su hijo verdad, es hijo del jefe.

Crowley bajó la mirada apretando los labios, si decía que si, ¿se lo quitarían? No podía pensar sino cosas malas respecto a su respuesta, pero el de ojos violeta lo sorprendió.

– Digas lo que digas, no puedes negarlo, tu hijo, es hijo de Aziraphale también... Aquella vez ustedes llegaron hasta el final, durante tu celo...

– Está bien, si, lo admito, ¿y qué? No es cómo que haya aparecido en su vida para molestar o pedir algo a cambio. Escucha bien Gabriel, aún recuerdo que me dijiste "desaparece" cuando me viste bajando las escaleras de la librería...

– Sabía que era suyo... –dijo Gabriel, convencido de sus sospechas– Agh, no voy a lidiar con un pobre omega cómo tú, mi paciencia tiene límites, escucha bien, ya que decidiste tener al hijo del jefe, hazte responsable ¿si? Deberías decirle al menos que tiene un hijo.

– ¿De qué me serviría eso? –un suspiro escapó de sus labios– No quiero entrar en su vida cómo una molestia, y mucho menos que me acepte sólo porque Anzel es su hijo.

La bandeja en sus manos temblaba, tanto así que Gabriel tuvo que tomar esta y dejarla sobre la mesa que había allí, poco a poco y sin que Crowley se diera cuenta, fue empujado contra una pared, acorralado por las manos de Gabriel contra la pared observándolo intensamente.

– Escucha imbécil, Aziraphale es una persona pura, me molesta decirlo, pero es muy ingenuo. No te reconoce, obviamente yo tampoco te reconocí a la primera, pero si él se da cuenta de que eres tú, estoy seguro de que no va a soltarte.

– ¿Cómo me llamaste? Maldito idiota, ¡alejate de mi! ¡Tú que sabes de los sentimientos ajenos!

– Oye oye, no armes un alboroto –pidió Gabriel, y justo cuando estaba apartándose, recibió un puñetazo de parte de Aziraphale, no se lo esperaba– ¡¿Aziraphale?! Pero qué...

– ¡No lo toques! –gruñó el rubio, quien había aparecido allí como por arte de magia, tomando de la muñeca a Crowley y arrastrándolo fuera de allí.

Mi destinado Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora