Capítulo 1.

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Sabrina.

—¿Sabrina, me estas escuchando?

—¿Eh? —Odiaba con todas mis fuerzas que me hablen cuando tengo mis auriculares puestos.

—Que tendrás que buscar un trabajo Sabrina, hemos invertido todos nuestros ahorros en tu Universidad y en este piso para que puedas permanecer en el durante el primer mes. —Mi madre no paraba de repetirme una y otra vez lo que tenía que hacer y todo el esfuerzo que ha conllevado poder estudiar fuera, claro que para ellos es mejor que yo este fuera de casa durante un tiempo.

—Si mamá, ya buscaré trabajo.

Volví a colocarme mis audífonos y a mirar por la ventanilla del coche, parecía mentira que estuviese yéndome de casa, de pequeña soñé mil veces con este momento, irme y evadirme de los problemas de mi familia, claro que todo este "sueño" se alargaría más si encontrase un trabajo rápido.

En menos de lo que esperaba estábamos bajando mis maletas del coche, noté a mi madre bastante nerviosa, pero preferí pasarlo por alto. Agarré como pude las llaves del apartamento y abrí la puerta, aún no había nadie, así que pensé que no habían llegado mis compañeros de piso.

Dejé mis cosas en la habitación que me había tocado por sorteo, —decidido por el casero— era bastante grande pero la cama de matrimonio hacía que se viese más pequeña.

—Bueno Sabrina, aquí están tus cosas ¿necesitas algo más? —murmuró mi padre, fueron las únicas palabras que soltó por la boca.

—No, ya está todo.

Mi madre se acercó a despedirse de mi con un abrazo, parecía la única de los tres que sentía pena al despedirse.

—Ten cuidado y piensa bien lo que haces, llámanos si necesitas cualquier cosa, Sabby —Me dio un beso en la frente y se apartó sorbiendo por su nariz.

—No te metas en líos Sabrina —Se despidió mi padre con prisa y sin acercarse, en menos de dos minutos yo me encontraba sola en aquel piso.

Podrían haberte ayudado a colocar tus cosas.

No, era mejor que no. Observé la habitación, puse música y empecé a colocar mis cosas en ella, mi único problema era el armario, demasiado grande para lo que tengo, y encima ocupa muchísimo espacio en la habitación.

Resoplé y en nada tenía mi habitación más o menos organizada, me tiré en la cama boca arriba y miré las notificaciones de mi teléfono.

5 llamadas perdidas de Ezra.

198 mensajes no leídos de... ah si, Ezra.

Acabamos nuestra relación de la mejor manera posible, peleándonos a gritos, porque sí, con él no se podía hablar. Creí haberle dejado claro que con dinero y superioridad no se llega a ningún lado, además de que no me buscase. Seguro que mi padre ha tenido algo que ver.

Noté unos pequeños golpes en la puerta. —Em... ¿Hola? ¡Soy tu compi de piso! Esto... —Era una voz femenina bastante aguda y nerviosa, puse mis ojos en blanco y me incorporé para abrir la puerta.

—Hola, Sabrina —Le tendí mi mano a la chica castaña que ahora tenía delante.

—Esto... soy Ayla, tengo 19 años y vengo de...

—Hola Ayla, un placer —La interrumpí saliendo de mi habitación, la verdad que no tenía ganas de hablar con nadie y menos que me contaran su vida. Para mi sorpresa me encontré de frente con un chico bastante alto en el salón.

—Tyler —Mmm... Tyler, ya me caía bien, chico de pocas palabras.

—Sabrina. —Le levanté la mano a modo de saludo y abrí la nevera. —Bueno ya que estamos todos. —Tres personas Sabrina, TRES PERSONAS. —Cada balda es de una persona, al igual que los cajones y el congelador, además tenemos un armario para cada uno.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora