Castelldefels, Barcelona
20180717
Lionel tenía cinco días después de haber llegado de sus "obligadas" vacaciones después del mundial, su padre prácticamente le había arrastrado al avión para tomarse unos días después de su ruptura con Guillermo, sin embargo, a pesar de haberse distraído un poco con sus familiares y amigos, el mexicano no había salido de su mente; sus gritos, sus lágrimas, su abandono.
— Leo, bo... ¿estás bien? —Suárez había acompañado a su amigo de vuelta a casa, pero no esperaba que mientras avanzaban a la puerta principal, el argentino estuviera llorando.
— ¿Ah? Sí, dale... —Lionel se secó las lágrimas con las mangas de su chaqueta —. ¿Vo' queré' pasar un rato? —ofreció, aunque realmente quería estar solo, algo que al parecer su amigo y compañero entendió.
— No, pero mañana vengo por vos... —amenazó en broma.
— Boludo, pero si tengo mi auto... —trató de sonreír a su amigo, pero apenas pudo tener la mueca en su rostro por unos segundos.
— ¿Y qué, bo? Yo vengo para que vos me llevés. —agregó, sacando una risa del más bajo, el plan era tratar de sacarle todos los días a distraerse después de los entrenamientos, al menos un poco.
Suárez se despidió de su amigo, por su parte Lionel entró sin muchas ganas a su hogar, pues aun cuando él y Guillermo no vivían juntos, la casa estaba llena de recuerdos y cosas que no hacían más que avivar esos recuerdos, tal como las fotos, cosas personales del portero y ropa que aún quedaba en el armario, sin embargo, el tren de sus pensamientos se detuvo cuando el sonido de algo caerse le hizo alertarse y luego una voz, una voz que conocía muy bien.
— ¡Verga! Soy un pendejo... —Guillermo se quejó y recogió la lata de cerveza que se había caído en sus manos, revisando inmediatamente si no estaba rota. Cuando vio la lata solo abollada, levantó la mirada y se encontró con la de Lionel, que, con el ruido y la voz, se había movido rápidamente por el pasillo hasta la cocina, donde estaba el mexicano de pie.
— Guille... —de los cinco días que llevaba en España, dos de ellos habían sido utilizados para visitar Sevilla, más específico la casa de Andrés Guardado desde que se enteró que Guillermo se había estado quedando con él cuando volvieron del mundial. Por supuesto, el mejor amigo de Guillermo, no le había permitido entrar y seguramente ni siquiera le había dicho al portero de sus visitas, aunque agradecía que no hubiera estado con Javier, pues seguramente él sí hubiera cumplido con su amenaza.
— ¿No estabas con tus amigos? —preguntó Guillermo, riéndose bajito —, pinche pendejo que soy. —volvió a repetir, esta vez regañándose, pues había esperado poder salir de la casa con sus cosas y dejar la llave sin ser visto, después de todo cuando estaban en España Lionel salía bastante con sus compañeros.
— ¿Vo' está'... ebrio? — Lionel quería acercarse, abrazarlo, pedirle perdón hasta que se quedara sin voz y que el portero s quedara con él. Fue en ese momento que lo notó, Guillermo llevaba una maleta y en la isla de la cocina había dejado la llave que le había dado hace tanto tiempo para que pudiera entrar a la casa cuando quisiera, también tenía un par de moretones en el rostro, el labio partido. Quería acercarse y curar sus heridas—. ¿Qué le pasó a tu rostro?
— No estoy ebrio... igual ya me iba, perdón por la intromisión. —Guillermo iba a rodear la isla con tal de no pasar junto a Lionel. Quería salir de ahí ya y por supuesto que estaba ebrio, necesitaba valor para poder un pie en esa casa y que todo ese aroma le golpeara en la cara.
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Recuento de Mundiales
RomanceGuillermo Ochoa y Lionel Messi, una trama ya conocida. Una relación que debería ser eterna, se ve interrumpida por la falta de experiencia del amor.