II. Cazadoras de la Luna

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Durante el camino ambas Diosas caminaban en silencio por el sendero hacia el campamento de las Cazadoras. Persefone miraba de reojo constantemente a Artemisa, pensando que en cualquier momento se empezaria a reír diciendo que todo era una broma, pero cuando llevaban ya dos horas caminando supo que era en serio. Miraba todo entusiasmada, haciendo crecer flores aqui y alla. 

- Veo que te sientes mejor - comentó la Diosa de la caza cuando ya habían avanzado mucho más.

- Sí - sonrió con dulzura Perséfone - siento que el primer paso para dejar atrás el mal era hundirme en mi verdadera naturaleza como se debe.

Todo un tronco con afecto. La diosa de la caza soltó un suspiro y se cruzó de brazos.

- Tienes un aura muy rara ¿lo sabes?

La chica más joven dejó de centrarse e el árbol y giro a la rubia, confundida.

-¿Yo?

- Si, tu, pero si vamos a estar juntas por un largo tiempo para que te relaciones con el bosque como se debe y empieces a adaptarte a la vida de virgen eterna, debemos profundizar más en ti, buscar tu vitalidad, porque claramente no son solo las flores.

- Cierto, el primer paso para realizar un buen trabajo es que los colaboradores se entiendan bien ¿que dices?

- Digo que tienes razón - sonrió Artemisa - Empecemos por lo básico.

Continuaron caminando un largo rato mas, hablando sobre ellas y sus gustos.

- Será un placer enseñarte a cazar, quizás manejes bien las armas, Kore.

- Persefone.

-¿Qué?

- Mi nombre es Perséfone.

Artemisa no cabía de la sorpresa, se detuvo y la miró perpleja.

-¿Por qué Demeter te llamaría "la que lleva la muerte"?

La más joven se encogió de hombros.

- Nunca me ha explicado del todo las cosas, dice que fue un impulso... A lo mejor es el destino que las Moiras decidieron para mí.

Los labios rosados de Artemisa se fruncieron en una mueca pensativa. 

- Todo esto es... agh.

Continuaron caminando en silencio, pero Perséfone no soporto mas y empezó a hablar con la rubia, aunque esta estaba igual de cortante que en un principio.

- En mis clases con mi madre aprendí varias cosas de los Dioses del olimpo, se que eres hija bastarda de Zeus y que tu hermano es Apolo. Conocí de mirada a tu hermano una vez. 

- Todo un rayo de sol.

- ¿Como es?

- Es un idiota, pero lo amo - la miró por encima del hombro - ¿Tú padre quien es?

Perséfone se sonrojo cuando levanto  los hombros en señal de no saber.

- Madre dice que me concibió sin un hombre, pero no se si sea cierto, cuando engendras sin necesidad de un hombre la mujer no lleva al bebé en el vientre, sino en un capullo y recuerdo a las ninfas hablar de los antojos de mi madre durante la gestación.

- Otra cosa que tu madre te oculta - Artemisa decidió darle una pequeña sonrisa.

Persefone se sorprendio, que la Diosa le afirmara tal cosa que dejaba mal parada a su madre cuando creía que la Diosa de la caza era fiel a Deméter y por ende una vigilante de los actos y pensamientos de ella como su hija.

- No le guardo ningun rencor, el hecho de que me haya dejado partir contigo demuestra que ya está dispuesta a dejarme avanzar por el mundo.

- Eres muy ingenua si realmente crees que tu madre te dejaría partir de su nido de un dia para otro. Estás bajo mi cuidado hasta que ella decida que debes volver.

Suspiro, era demasiado bueno para ser verdad, a medida que continuaban su camino noto como sin ella quererlo dejaba un rastro de flores pequeñas de todos los colores.

- Solo planea dejarte algo de espacio para que tengas más vitalidad y dejes de enfermar. 

Aunque si lo que creo es cierto, necesitarás mucho más que todos los bosques del mundo para tener fuerzas pensó la cazadora.

En poco tiempo llegaron a una parte más frondosa del bosque, donde Artemisa le indico que se quedaba con sus cazadoras. 

- Resido aquí, cazamos bestias peligrosas encomendadas por Zeus. 

En el lugar, sobre los árboles habían tres chicas más repartidas. En cuanto las vieron bajaron e hicieron una reverencia.

- Ellas son mis seguidoras, cazadoras de la luna, solo vienen conmigo días donde el trabajo es pesado, puedo con todo sola, claramente - alardeo con una pequeña sonrisa -, pero mi padre insiste en que tenga seguidoras que me den tributos y compañía. Normalmente el resto del tiempo estoy sola, aunque parece que me harás compañía un largo tiempo. 

- Será un placer aprender de ti, Artemisa.

- Claro que lo será - se giró a ver a sus seguidores, rectas y con la frente en alto -. Ellas son Calisto, Atalanta y Ocirroe.

- Un encanto conocerte, hija de la agricultura - le sonrió Ocirroe, mientras que las otras solo hicieron un gesto con la cabeza. 

- Bien chicas, espero se hayan alistado, hoy hay mucho que hacer.

Cuando cayó la noche y la brillante luna llena resplandecía en el manto de Nix, Perséfone se quedó en el campamento en compañía de cuatro de los perros de Artemisa quien tenía un total de siete perras y seis perros obsequiados por Zeus. Junto a las sábanas de lana y cojines de plumas de ganso en el suelo había una daga que le obsequio Artemisa "Por si acaso" había dicho. 

Recostada contra un árbol, con los perros a sus pies dormidos, Perséfone pensaba en su madre y las ninfas de Sicilia pero sobre todo en sí misma. Sentía claramente el cambio de aires,  pero todavía sentía esa mala sensación de pesadez en su cuerpo, muy poco por las pócimas de Hécate, pero ahi estaba, señal de que debía seguir buscando su vitalidad.

- Persefone.

Levantó la cabeza espantada. Como un susurro lejano su nombre llegó a sus oídos.

-¿Artemisa?

Se levanto del lugar, uno de los perros mordisqueo su peplo para que no fuera en busca de la voz, pero no pudo resistirse al llamado, curiosa y ansiosa. 

Debí tomar la daga pensó cuando ya se había hundido es un parte muy frondosa del bosque, aunque noto que Icaro, el perro  que despertó la seguía. 

- Persefone. 

La voz era tan débil, suave, como si sufriera de un dolor.

- Ayudame.

Trago saliva cuando noto una hendidura entre los comienzos de dos montes. Icaro comenzó a ladrar y en segundos los otros tres canes estaban junto a ella.

Ni siquiera lo pensó, se asomó a la abertura y a sus ojos llegó la imagen de un cuerpo putrefacto, a su nariz  un olor hediondo y a su mente un mal recuerdo.

-¡PERSEFONE! 

El grito de Artemisa la sacó de su ensoñación. Avanzó hasta donde ella y tras echar una mirada al cadáver salió de allí con la joven Perséfone tomada del brazo y los canes siguiendolas. 

-¿Que diablos pasa contigo?

- Nada... absolutamente nada.

La preocupante mirada de Artemisa recayó en ella.

- Tu y yo debemos hablar de eso luego ¿si?

- Solo si juras que me ayudaras - advirtió la Diosa de las flores. 

- Lo juro por mi hermano, mis seguidoras y mis canes ¿te parece?

Hizo un gesto afirmativo con la cabeza antes de soltarse del agarre de Artemisa y acostarse a dormir, ignorando a las cazadoras y a la enorme cabeza de un cíclope cazado por ellas.














Note que hubo un error con el capítulo, así que lo vuelvo a publicar<3





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