A medida que el tiempo avanzaba Artemisa optó por mandar a construir una cabaña en las montañas lunares mucho más allá de la isla de Sicilia, dónde se quedaría junto a Persefone. Con el tiempo fueron socializando más y muy pronto un sentimiento de hermandad llegó al corazón de ambas.
Por las mañanas se quedaban en la cabaña de madera, charlando y preparando diferentes tipos de comidas. Por las tardes vagaban por el bosque mientras Artemisa le explicaba todo lo necesario para los ritos del juramento de castidad ante Zeus hasta que un tema para conversar mejor surgía y se olvidaban del primero. Y en la noche Artemisa salía a cazar en compañía de Perséfone.
Aquella noche Persefone sostuvo su primer arco, tras noches donde solo observaba y memorizaba. Dio en la cabeza a un jabalí que llevaron hasta fuera de la cabaña que tuvo que desollar y rebanar para hacer un estofado. Mientras preparaba un estofado con la carne del jabalí escuchaba a Artemisa hablar y hablar de si misma, era egocéntrica y muy orgullosa, lo que debes en cuando provocaba rozes de disgustos entre ambas.
- Cuando aún era muy pequeña mi padre me concedió un par de deseos - contaba mientras estaba echada en una hamaca, con una ramita se limpiaba las uñas - Entre esos deseos estaba el poder mantenerme virgen por la eternidad y sesenta hijas de Oceano para que me cuidasen y siguiesen. Claro que con el tiempo todas se dispersaron, creci y todas se fueron, solo quedó Ocrillo conmigo y porque ella si hizo el juramento de castidad después, el resto se casó, murió o no se, cómo te había dicho antes, llegué a un punto donde preferí estar sola, pero Zeus insiste en que siga recibiendo cazadoras y juramentadas.
Su mirada se perdió en el fuego de la fogata donde por encima colgaba un caldero burbujeante de exquisito olor.
- Traidoras - farfullo.
- Bueno, no es que hayan elegido estar contigo por voluntad propia, precisamente.
La fría mirada de Artemisa cayó sobre la calida de Persefone.
- Callate.
- Cómo sea ¿Te sirvo la misma cantidad de siempre?
- Que sea el doble.
Tras comer, cada quien regreso a su hamaca.
Durante su sueño, uno dulce y tranquilo, llegaron imágenes de un reino oscuro y tenebroso a la vista, los lamentos llenaron su mente y por alguna razón esto no fue motivo de inquietud en la joven Diosa Perséfone.
El reino casi funcionaba como uno mortal, pero dividido en clases y regidos por un solo líder, un Dios que en su sueño tenía aspecto borroso pero una voz poderosa.
Madre mia pensó Persefone mientras escuchaba esa voz dura y varonil dictar una sentencia.
-¿Huh?
- Despierta Persefone - le dijo Artemisa, quién comía estofado sobrante.
- Buenos días - dijo aún adormilada, con un rastro de baba y el cabello rizado enmarañado - ¿Que tiempo es?
- El Helios se está asomando, ya deberíamos ir partiendo.
Dejo el cuenco de barro en una mesita y se levantó del piso donde estaba sentada.
- Levántate - repitió.
Luego de un rato de insistencias la joven se levantó con resoplidos, Artemisa con su armadura de Cazadora y cabello suelto sobre su espalda y hombros. Persefone con un peplo blanco usando como cinturón una enredadera de pequeñas flores moradas cruzadas, el cabello recogido en un peinado trenzado sobre su cabeza acompañado de un velo blanco que impedía que los demás pudieran ver el más mínimo rasgo de su rostro. Ambas listas salieron al bosque.
- Si tu madre se entera me asesina ¿Comprendes?
- Ya hablamos de esto un millar de veces - recordó Persefone con aburrimiento, subiendo al pegaso de Artemisa.
- Y te lo mencionare un millar de veces más, sabes que tu madre confía en mi, no quiero faltarle al respeto ni a la confianza.
-¿Pero? - cuestiono con aburrimiento mirándola por encima del hombro.
- Tienes que vivir un poco más las experiencias de ser una Diosa.
Artemisa era una rebelde, salvaje e independiente Diosa, pero al ser la luz del ojo izquierdo de Zeus (mientras que Atenea era el Derecho) su reputación era todo lo contrario a la verdadera, obediente, educada y fiel a la palabra de sus superiores.
Se subió detrás de Persefone y con su rodilla dio un leve golpe en el costado del animal que desplegó sus brillantes alas tan blancas que parecían de plata y se lanzó al cielo, en dirección al Olimpo.
La luz de Helios les dio calor, y subieron más allá de las nubes, al el reino del Olimpo, gobernado por el gran Zeus. Cientos de columnas de mármol se alzaban, desde casas simples a grandes palacios, jardines y prados, lagos, fuentes. Todo con esa belleza única de los Dioses.
- Es hermoso - suspiro la deidad de las flores.
- Iremos allí,- señaló un palacio de estructuras dignas de admirar más que cualquier otra, la más grande y en la cima -, el palacio de la familia real.
El pegaso aterrizó lejos de la entrada, en la caballeriza del rey donde el pegaso entro solo, sin necesidad de guía alguna.
- Muy inteligente mi hermoso Toxeuma. Vamos.
Ambas Diosas caminaron hasta llegar a la entrada al palacio, muchos Dioses ya estaban ahí, otros al igual que ellas recién llegaban al Olimpo, partiendo desde que Helios hacia acto de presencia sobre sus cabezas para dar comienzo a la festividad más significativa de los Dioses y el mundo actual : El nacimiento de Zeus.
Cuando ingresaron al lobby del palacio les recibió una menuda mujer de cabello tan claro que parecía tener otros colores suaves de momento, verde, rosa, plateado, y de todas las formas posibles.
- Artemisa, su majestad ya ha preguntado por ti varias veces, debes ir directamente a el - dejó caer su mirada en Persefone cubierta por el velo -. Tu amiga rara debe hacer la fila y esperar a que majestad acepte sus felicitaciones.
¿Rara?
- ¿Tan pronto exige mi presencia? Si el día apenas comienza.
- Ya sabes cómo es con su rayito de luna - comento y Persefone pudo jurar que intentaba burlarse (aunque de una manera absurda, como si ser la hija preferida del rey de los Dioses fuera algo para burlarse).
- Iré inmediatamente, y ella vendrá conmigo, ni loca hará esa fila endemoniada.
-¡Pero no puede!
- Has silencio - le ordenó con esa actitud que altiva que siempre tenía, la Diosa ofendida se mordió los labios y se fue a recibir otros invitados. Artemisa miro a Persefone y sonrió.
- Vamos - le sonrio y entonces fue cuando Persefone notó la locura que estaba cometiendo.
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Vida y Muerte
Storie d'amoreNo hay vida que no culmine en la muerte, pero la misma vida se habré un espacio en medio del inminente y putrefacto fin, alzándose como una bella flor en medio del frío invierno. Basado en el mito de Perséfone. Joya de portada hecha por @alsolouis_...