T r e s.

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Ahora mismo me encontraba dentro de el patrullero, mis ojos se estaban cerrando, claramente las adicionales no eran lo mío, pero necesitaba la plata para llevar a Lauti al viaje que queríamos. Noe y yo habíamos planeado viajar a Entre Rios para poder visitar a unos amigos de la facultad. Necesitaba sesenta mil pesos para el viaje de ida y vuelta, más lo que usaríamos para nuestras necesidades.

Lautaro estaba súper feliz con el viaje. Y más sabiendo que Lucas y Jonás, lo estarían esperando con regalos.

Todos lo amaban, excepto sus abuelos de parte mía y mucho menos la paterna. Estaba segura de éso.

— Epa. — dice mi compañero de móvil, pude sentir cómo cabeceé. Posta me estaba durmiendo. — Descansá, dale. Si viene Ricardo, te aviso. — dijo, para que me quedara tranquila que él me iba a avisar si venía el supervisor.


Así pasaron mis horas, ya eran las cuatro de la madrugada, pude dormir media hora, pero había sido demasiado y agradecí con mi compañero.

— Tenemos un NN en la calle General Paz. Rodeando una tienda de ropa. Hombre aproximadamente de treinta años. Gorra roja y pantalones grises. ¿Me copian? — habló del otro lado de la radio Noe.

— Copiado. Yendo. — respondí desde mi radio y mi compañero Jeremías arrancó a máxima velocidad para la calle indicada.

A unos cuántos segundos que llegamos, aquél tipo sospechoso ya no estaba afuera, sino dentro del local. Había roto la puerta y abierto la persiana. Me bajé del móvil y saqué mi arma reglamentaria, con ésta bien aferrada en mis manos que transpiraban, entramos, él estaba armado tan igual que yo.

Lamentablemente ninguna alarma del local funcionó. Pero Noe le habían avisado unos vecinos.

El lugar estaba oscuro y lo unico que iluminaba dentro, era la luz del alumbrado público y nuestras linternas.

— ¡Policía de Buenos Aires! — avisó mi compañero vociferando.

No encontrábamos nada. Pero ni la caja, ni mucho menos la ropa del local faltaba. No había tenido tiempo de robar nada, capaz se fue por la sirena del móvil policial.

Ambos bajamos las armas y nos miramos.

Compañera, ¿me copia? No hay tal sospechoso. Probablemente huyó. — dijo Jeremías por la radio.

Un sonido se escuchó y el impacto de una bala cayó sobre mi hombro. Haciendo que pegue un grito y caiga al suelo por su fuerza. Mi compañero quiso agacharse hasta donde estaba yo y volví a levantar mi arma para dispararle al tipo que estaba cubriéndose detrás de unos maniquíes. Jeremías hizo lo mismo y comencé a arrastrame hacia él, mientras sostenía la herida. Estaba perdiendo mucha sangre.

Estacion, ¿¡Me copia!? ¡Tenemos un oficial herido! Repito, ¡oficial herido! Necesito apoyo de inmediato con servicio médico.  — habló por su radio mi compañero, mientras volvía a disparar. Ya que el tipo contrario, seguía arremetiendo contra nosotros.

No pasaron ni segundos, y otros móviles cayeron en dónde estábamos. Entrando por detrás y arrestando al tipo sospechoso.

Jeremías en todo momento estuvo a mi lado, mientras apoyaba su mano en mi herida, haciendo que sus manos se llenaran de sangre.

— Escucho borroso. — dije con cierto tono burlón y con esfuerzo.

Ésta mierda dolía y no había sido la primera vez.

— Callate, boluda. No jodas con éso. — respondió preocupado, pero pude ver en su cara que quería reír por lo que yo había dicho.

El servicio médico entró segundos después y me llevaron en una camilla, haciendo que abrieran mi chaleco, y mi camisa.

La bala había tenido una salida, agradecía a Dios, una vez más estar viva.

Lo primero que se me cruzó por la cabeza, fue Lautaro. Tal vez éso fue lo que me mantenía despierta y lúcida todavía,  a pesar de toda la sangre que había perdido.

Y así, una vez más. Me llevan en la ambulancia con todo el servicio médico a mi disposición.







Luego de varias horas, tomándome una pequeña declaración y constatar que estaba bien. Me dejaron internada con varios medicamentos con suero y anteriormente una transfusión de sangre.

Noe llegó al hospital dónde me encontraba, dejando su puesto de trabajo cómo oficinista y llevando a mi pequeño hijo, para que me pudiera ver.

Lamentablemente, no quería ésto. No quería que me viera de ésta manera, pero por más cruel que suene, él tenía que saber los riesgos que yo tenía en mi trabajo. Y por más triste que sonara, sé que estaría en buenas manos, si algo peor me pasara; en ése caso, la muerte.

Noe se había vuelto una hermana para mí, amaba con locura a mi hijo. Cuándo ella se enteró que no podía tener los propios, decidió "adoptarlo" cómo por así decirlo.
Cuándo vine de Córdoba a Buenos Aires, ella era mi sostén en todo momento, tanto en el estudio, profesionalmente, en el embarazo y hasta en la crianza de Lauti.

Sin duda alguna, había tenido un golpezón de suerte al tenerla conmigo en mi vida y en la de mi hijo.

Hablando de Roma, el burro se asoma.

Su pequeña cabeza se asomaba por la puerta de mi habitación y una sonrisa se formó en su carita. Pero no duró mucho, ya que sus ojitos se habían llenado de lágrimas y sabía el porqué. Ésta no era la primera vez en la que me veía así.
Se acercó a la camilla y me abrazó, despacito para no golpearme el hombro. Ya que usaba un cabestrillo, lo tomé con mi mano libre.

— Tuve miedo cuándo la tía Noe me dijo. — susurró en mi oído y aquello hizo que mi corazón se rompiera en mil pedazos.

— No tenés porqué, amor mío. La mami promete volver siempre. — respondí y él se separó para tomar asiento arriba de la camilla.

— ¿Algún día vas a morir? — preguntó con cierto tono de preocupación.

A pesar de que era muy pequeño, sabía lo que éso significaba. Entendía lo que era la muerte, y más después de lo de su papá. Sé que no quería perderme cómo lo hizo con él.
Pero tarde o temprano, algo pasaría y no podría volver, pero creo que yo era la que no estaba preparada para morir y dejarlo sólo.

— No. Sino, ¿con quién vas a comer los huevitos kinder, eh? — pregunté divertida, para hacerle cosquillas. Él rió y secó sus lágrimas.

— ¿Lo prometés? — preguntó, mientras levantaba su dedo meñique. Yo levanté el mío y lo enrrosqué con el de él.

— Lo prometo, bebé. — dije y él buscó la forma de acostarse conmigo.

Lugar seguro. |Lisandro Martínez|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora