O c h o.

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El domingo había caído. Nos encontrábamos preparándonos con Lautaro para salir con Lisandro, nos había terminado de invitar un día de picnic en su casa en Buenos Aires.
Por lo que me comentó, tiene un patio enorme con un perro, a mi hijo le encantan los animales, pero por cuestiones de contrato de alquiler, no nos dejan tener uno en el departamento.

Mi hijo optó por ir con la remera de la selección con el número veinticinco. Alto fan. Pero bueno, no podía decirle que no. Lleva sus botines, porque Lisandro le dijo que lo iba a retar a un partidito. Short cómodo y zapatillas deportivas.
Yo me vestí con una remera un poco ancha de color negro y jeans del mismo color, bastante apretado y zapatillas. Me até el pelo en una coleta alta de caballo y ya estábamos listos.

Noe se había ido a su casa, porque tuvo una urgencia con su hermana. En fin, no puede acompañarnos.

Mi celular sonó y claramente era él.

• Estoy afuera 😊

• Ya bajamos.

Guardé el celular en mi cartera junto a mi billetera, un saquito y una camperita finita por si refrescaba.

— Vamos, pupi. — dije, mientras agarraba las llaves de arriba de la mesa.

— ¿Ya está acá? — preguntó levantándose rápidamente del sillón, asentí cuándo me miró.

Saltó de emoción, mientras aplaudía y salimos, para emprender viaje en el ascensor, hasta el piso de abajo.

Al abrirse las puertas de éste, Lauti salió cómo un rayo hasta la puerta de vidrio del edificio, pasé el chip de la llave para que se abriera y salimos. Ahí estaba su camioneta, una hermosa Land Rover negra. Se bajó y sentí mi cuerpo temblar otra vez.

Lo que me hacía sentir era inexplicable, tenía una reacción en mí, que ni siquiera sabía qué decir o que hacer.

Se le iluminó el rostro cuándo vio a Lauti con su remera y le sonrió. Mi hijo pegó unos saltitos y se acercó a él para darle un abrazo, lo cuál respondió rápidamente y lo tomó en brazos.

— ¿Nos vamos? — preguntó con una sonrisa, mostrando sus perfectos dientes. Asentí, pero no sin antes acercarme y depositarle un beso en la mejilla en forma de saludo.

Él me abrió la puerta de adelante y mientras yo me sentaba, colocó a Lauti atrás.

— El viaje va a ser un poquito largo. — dijo, mientras entraba y saludaba a un tipo que cruzaba por la calle, que le levantó la mano en forma de saludo, ya que lo reconoció. Me miró.

— Está bien. No hay drama. — le dije y miré a mi hijo atrás con su cinturón.

La sonrisa no se le borra ni ahí.

Entre una lista de canciones, entre los dos chicos, eligieron la ''T y la M - Pa' la selección". Haciendo que el viaje fuese más divertido, mientras cantábamos los tres.

El paisaje era muy hermoso, pasamos por un puente y Lisandro bajó las ventanillas del auto, haciendo que el aire fresco, golpeara en mi rostro, causando así; que mi cabello atado, golpeara en mi cara, sonreí.

El lago era precioso, el agua estaba tranquila y mi hijo veía por la ventanilla anonadado por tal vista desde acá arriba.

— Manitos adentro, pupi. — ordené, ya que mi hijo, sacó una de sus manos hacia afuera para tocar aquella corriente de aire que te daba sensación de libertad.

Lugar seguro. |Lisandro Martínez|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora