V e i n t i u n o.

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Era inexplicable el dolor que sentía mi corazón y la rabia que recorría todo mi cuerpo.
Estaba tan decepcionada de Lisandro y no me cabía ninguna duda de que él, no me había creído absolutamente nada de lo que le dije de nuestro hijo. Claramente estaba tranquila por aquella parte, si él buscó la manera de hacerle una prueba de ADN, estaba más que el cien por ciento segura de que era positivo.

Lautaro por más que no llevara tantas cosas de él, más que sus ojos color verdes con miel, sus labios gruesos y carnosos, más aquellas piernitas chuecas que me causaban ternura. Tenía su misma personalidad y era un mini Lisandro Martínez.

Aunque aquella llamada, lo había cambiado prácticamente todo.

Pude sentir a lo lejos cómo mi celular sonaba, dando a entender que entraba una llamada. Dejé los documentos que llenaba sobre mis rutinas con la psicóloga, luego de lo que había pasado con Jeremías. Y corrí hasta mi habitación. Encima de la cama estaba el aparato y aquél nombre escrito en la pantalla, hizo que me lanzara encima y lo atendiera.

— Licha. — hablé, pero fui interrumpida.

— ¡Sos una hija de puta! — gritó del otro lado del teléfono.

Aquella reacción había causado un cierto pánico en mí.

— ¿Qu.. Qué? — fue lo único que pudo salir de mi boca. Aquellas palabras me habían tomado por sorpresa.

— ¡Sos una hija de puta! ¡Te odio! — podía sentir sus gritos y cómo su voz se entrecortaba.

— Lisandro, no entiendo una mierda... ¿Qué pasa? — pregunté asustada.

Y aunque podía sentir cómo la sangre recorría todo mi cuerpo de una manera violenta. Aquella respuesta, hizo que estallara en una risa.

— Lautaro no es mi hijo. — reí, tanto por los nervios, cómo por esa ridiculez que había dicho. — ¿Y encima te me cagas de risa? — preguntó molesto.

— A ver, Licha. Eso es imposible, Pupi es tu hijo. Es nuestro hijo. — dije cien por ciento segura de lo que decía.

¿Por qué debía de mentirle?

— Eso no dicen los resultados del ADN. Lautaro no tiene ni siquiera un  0,01 por ciento de mi sangre, ¡maldita sea! — fue su respuesta. Yo simplemente me quedé en silencio.

Me sentía triste de que Lisandro armara todo este circo, para no querer tener relación con nuestro hijo.

— Lisandro, no voy a obligarte a hacerte cargo de un niño que no quieres. Nosotros dos estamos bien, no hace falta que hagas todo esto para salir de nuestras vidas. — dije decepcionada y colgué.

Varias lágrimas caían por todo mi rostro, me dolía saber que era capaz de cualquier cosa para no estar en la vida de Lautaro. Pero yo, no lo obligaría a absolutamente nada. Él era libre de vivir su vida y nosotros la nuestra.

El teléfono volvió a sonar, pero dejé que siguiera y volví a hacer el papeleo de hace unos momentos.



Las horas habían pasado y la serie de netflix, no estaba siendo tan buena, más que aburrida. Pero la puerta sonó y un papel entró por debajo de ésta. Me puse de pie y caminé descalza por la sala, hasta llegar a la puerta, tomé el papel y eran aquellos resultados.

Claramente decían que mi pequeño no era hijo de Lisandro, pero aquello era una vil mentira. Él llevaba su sangre y yo había estado únicamente con él cuándo fui adolescente, quedándome embarazada de nada más y nada menos que de él. Pero cómo dije con anterioridad, no iba a obligarlo a nada, todo esto estaba editado, estaba más que segura de ello.
Dejé los papeles encima de la mesada de la cocina y volví al sillón a ver aquella serie tan aburrida, hasta quedarme completamente dormida.



El sonido de la puerta abrirse, hizo que mis ojos se abrieran lentamente. Noe y Lauti entraban, yo quité la manta que me cubría para ponerme de pie y saludarlos.

— Hola, mami. — saludó con su tierna voz. Me abrazó y lo tomé en brazos.

— Hola, amor de mi vida. — dije para luego llenarle la cara de besos.

— Hola, amor . — dijo Noe mientras se acercaba y me daba un beso en la mejilla.

— Hola beba. Lauti, te compré unos juegos nuevos para la play, fíjate si te gustan... — dije y lo dejé en el suelo. Él se fue corriendo a su habitación. — Necesitamos hablar. — le dije a mi amiga. Ella asintió y caminó hasta la cocina.

Luego de preparar para tomar unos mates, nos sentamos a hablar. Le entregué los documentos y ella en silencio los leyó.

Su ceño se encontraba fruncido hasta que siguió leyendo, mientras lo hacía, su expresión de confusión pasó a lo de sorprendida. Me miró boca abierta y dejó la hoja encima de la mesa.

— Dime que es una mentira. — habló y yo la miré atónita.

— ¿Me estas jodiendo? — pregunté un poco molesta. — ¿Vos también crees que le mentí? — crucé mis brazos y me eché hacia atrás en la silla, para luego suspirar.

— No, o sea, digo... ¿Cómo pueden salir las pruebas negativas? — preguntó intentando calmar la situación.

— Es obvio que son papeles falsos, Noe. — respondí rodando los ojos frustrada  .

Ella simplemente quedó en silencio. No entendía si era porque no sabía que decirme o también desconfiaba de mi.

Esto no se quedaría así.
Tomaría el cepillo de dientes que Lisandro se dejó en mi departamento y me haría una muestra de ADN también. Yo misma demostraría que él era el verdadero padre de Lautaro.

Lugar seguro. |Lisandro Martínez|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora