Yeongdeung [JinTae]

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Sumary: Desafiando la vida y la muerte, el joven pescador Kim Seokjin hará un gran sacrificio, para estar con su amado ser mitológico del mar.

[...]

En el pequeño pueblo pesquero en donde creció Seokjin, la gente acostumbraba a contar una leyenda muy popular, acerca de sirenas y barcos fantasmas. De pequeño, le fascinaba oír a los viejos pescadores narrar tan cautivadoras fábulas, imaginando aquellas historias en su infantil mente, visualizándose a sí mismo sobre una barca, encontrándose de frente con los seres mitológicos que mencionaban. Sin embargo, conforme fue creciendo, se volvió incrédulo y escéptico, concluyendo que sólo eran cuentos de viejos obsesionados con el mar y la pesca, que deliraban, ebrios, sobre sus embarcaciones.

Como su destino estaba trazado, desde que nació en ese olvidado y lejano caserío a orillas del enorme mar, Seokjin se convirtió en un pescador más, siendo apenas un adolescente. Su familia necesitaba sobrevivir y todo lo que había ahí, eran peces y redes. Con veinte años, Seokjin conocía al revés y al derecho la costa, sus corrientes, y podía reconocer con facilidad cuando la pesca sería buena, y cuando regresaría a casa con su barca vacía. Pero, con el crudo invierno azotando las endebles casuchas de la orilla, y la escasez de dinero, el joven pescador se vio en la obligación de obviar todas las advertencias que su instinto le enviaba.

Ese no era un buen día para salir a pescar, se avecinaba una tormenta y la marea lucía embravecida, agitándose contra las rocas de la costa, provocando grandes olas, que intimidarían a cualquiera, más no a Seokjin. Con una confianza ciega en sus habilidades, y la esperanza de que, si lograba pescar algo, supliría las necesidades básicas en su hogar, por lo menos por una semana; acomodó sus redes sobre la barca, sosteniendo con firmeza el impermeable que el viento recio insistía con quitárselo.

—¿Qué crees que haces, mocoso? —uno de los tantos pescadores que recorrían la orilla, se detuvo al adivinar las intenciones de Seokjin. —¿No ves que se avecina una tormenta? ¿Pretendes morir en el mar?

—No es su asunto —respondió, altanero, sin siquiera alzar la mirada de las redes que intentaba ordenar, antes de lanzarse a pescar.

—Terminarás como comida para los tiburones —insistió el hombre, quien conocía a Seokjin desde antes de nacer. Todos en ese pueblo se conocían, por ser realmente pequeño. —Ni Yeongdeung te salvaría de esta.

—Sé lo que hago... —afirmó, terminando su labor y arrojando el manojo de redes al interior de la modesta embarcación. —Y no creo en cuentos de hadas.

—¿Cuentos de hadas? —se rio largamente el hombre, irritando al joven pescador. —No subestimes las leyendas de los pescadores, mocoso... Y ten cuidado, no vaya a ser que, con su canto de sirena termine enamorándote.

—Déjeme tranquilo —murmuró, brincando dentro de la barca, sosteniendo el impermeable sobre su cabeza, revisando el motor de arranque, con la lluvia comenzando a caer. El hombre mayor rio mucho más.

—La vi esta mañana —comentó, refiriéndose al mitológico ser. —Bailaba dándole la espalda al mar... No sacarás ni un solo pez, si ella anuncia escasez.

—Ya le dije que yo no creo en esos cuentos —tiró del arranque, haciendo rugir el motor, alejándose de la costa a una prudente velocidad, cuidándose de las prominentes olas que mecían la barca en un vaivén constante.

Seokjin renegaba de todas las fábulas que de niño lo cautivaban. No podía confiar en que una sirena definiera si habrían o no peces, ni mucho menos, que de ella dependiera que los pescadores sobrevivieran a los naufragios, pues los arrastraba a la orilla. Eran simples coincidencias, a las que la gente quería darles un motivo místico. Si fuera cierto, ¿por qué él jamás pudo verla? Si cada mañana se asomaba a la ventana, y pasaba horas con sus ojos ilusionados clavados en la playa, ¿por qué Yeongdeung jamás se presentó ante él? Toda una vida en ese lugar, y nunca pudo confirmar ninguna de las leyendas de los viejos pescadores.

One Shots [JinTae ~ TaeJin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora