୨4୧ El demonio de Nunca Jamás

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La desesperación que sentía en lo más profundo de mi corazón me consumía. Cada vez que pensaba que no podría escapar de esa isla maldita, sentía cómo mi sangre se enfriaba y una corriente eléctrica recorría mi cuerpo. Quería desesperadamente volver a mi hogar en Storybrook, abrazar a mi madre y dejar que peinara el huracán que llevaba en mi cabellera rubia. Quería abrazar a mi padre y escuchar sus estúpidos chistes que siempre lograban sacarme una sonrisa. Quería abrazar a Henry y escuchar sus increíbles historias.

Y obviamente salir a una cafetería junto a Halley.

Antes nunca había considerado a mi familia como un privilegio, pero ahora sentía un gran remordimiento por no haber agradecido los momentos que me regalaban al estar a mi lado. A menudo, sentía que no era como ellos, que ellos tenían habilidades mágicas y que siempre podían colaborar en cualquier situación. Y yo, ¿qué tenía? Era el cable suelto de ellos.

Pero luego sentí la carga de conciencia por no haber valorado lo que tenía y por haber juzgado a mi familia de esa manera. No era un cable suelto.

A pesar de eso, me desesperaba el hecho de no saber qué quería Peter Pan de mí. Le había preguntado varias veces, pero él siempre se negaba a responder. Era un ser lleno de maldad y no podía imaginar que me tuviera prisionera en esa isla solo para a su isla o a sus niños perdidos.

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Después de haberle confesado a Pan mi odio hacia él, noté que los raspones que había sufrido en mis rodillas debido a la caída, habían desaparecido. Supuse que había utilizado su magia para curarlas, ya que en un momento, con solo rozar la herida, el dolor se había disipado y la marca ya no era visible. Me resultaba inquietante la facilidad con la que podía utilizar su poder, como si fuera algo natural para él.

Y de repente, una densa nube de humo verde nos envolvió, como si estuviéramos atrapados en una densa niebla tóxica. El ambiente cambió bruscamente, la brisa fresca que antes me acariciaba el rostro se desvaneció y sentí cómo el calor de un hogar me envolvía con fuerza. Cuando la nube se disipó logré distinguir el lugar, era una acogedora habitación que tenía una cama con sábanas de un intenso tono blanco con barrotes de madera y una pequeña mesita del mismo material, con una gigantesca ventana que en el marco de ella (que también estaba hecha de madera) estaba decorada con distintos tipos de flores, que le daba un toque colorido y alegre. El suelo estaba hecho de madera con una alfombra circular de algodón de un ligero color lila en el centro del plano, Las paredes estaban hechas de piedra, que parecían haber sido talladas a mano por algún artesano muy hábil.

Quedé algo ¿sorprendida? Ante el bello detalle de las flores, le daban un hermoso toque al lugar, lo hacía ver colorido y que la alegría se refleje en el ambiente. Caminé hacia la ventana, admirando el paisaje que se extendía ante mis ojos. Era una vista impresionante de la isla de Nunca Jamás, con su exuberante vegetación, hermosas playas y aguas cristalinas que brillaban bajo los rayos del sol.

—¿Que es esto?—dije arqueando una ceja.

—la cabaña de la cual escapaste—dijo el castaño cruzándose de brazos.

Quería decir lo hermoso y acogedor que lucía este lugar, pero el odio que sentía por Peter Pan en estos momentos no me permitió pronunciar ni una sola palabra, dejándome sosegada.

—¿Y planeas que me quedé acá?—dije señalando el suelo de la habitación.

El asintió dibujando una sonrisa ladina en sus labios.

—No te hubieras preocupado, porque mi familia vendrá por mí pronto—dije frunciendo el ceño.

El soltó una leve risa.

Tú eras mi destino Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora