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Luego de varios minutos de discusión con la castaña, Maya por fin logró hacer que Jenna se subiera al bote para que ambas pudieran ir a la ciudad.

—Hay que conseguir un helicóptero –Sugirió Jenna mientras se colocaba el chaleco salvavidas y observaba con recelo el agua.

—¿No preferirías un avión privado? –Preguntó la morena con sarcasmo.

—Un helicóptero sería más eficiente –Se cruzó de brazos –¿Cuándo aprendiste a conducir esta cosa?

—A los quince –Respondió –Agárrate fuerte, jefa, me gusta la velocidad –Le guiñó un ojo antes de que el bote rugiera y saliera hecho una bala por el agua.

Las manos de la castaña se estaban tornando de color blanquecino por estar haciendo mucha presión al sostenerse de uno de los barrotes que había en el bote; por otro lado, su cabello se movía sin parar por el golpeteo del aire, y sus labios temblaban de miedo, realmente odiaba los botes y la velocidad. Asesinaría a la morena tan pronto ambas llegaran a tierra firme.

El viaje fue infernal. Cuando la castaña visualizó el muelle a lo lejos, un pequeño suspiro de alivio se escapó de sus labios haciendo que la morena se riera. Al llegar al muelle, la pelinegra apagó el motor y se bajó con gran agilidad del bote para después tomar una cuerda que había ahí y empezar a amarrarla al muelle.

—No entiendo qué es lo que te da gracia –Gruñó Jenna viendo como la morena estaba anclando el bote al muelle con una sonrisa divertida en los labios –¡Deja de reírte! –Exigió cuando la escuchó reír, Maya no había dejado de reír desde que escuchó el suspiro de la morena, y es que ver asustada a su jefa era épico.

—¿Sabes, cielito? Eres fácil de molestar –Le sonrió –Ven acá –Extendió su mano hacia la castaña.

—Espero que disfrutes tus últimos días de vida –Masculló.

—Los estoy disfrutando –Aseguró ampliando aún más su sonrisa –Hmm, estoy segura que no vas a necesitar eso mientras estemos fuera del bote –Señaló el chaleco salvavidas que aún traía puesto la morena.

—Demonios.

Cuando estaba a punto de lograr quitar el broche del chaleco, Jenna apretó de más haciendo que uno de sus dedos quedase atorado en el broche, lo que la hizo pegar un grito que descolocó a la morena por completo.

—¡Con un demonio! –Bramó.

—Mierda –Murmuró la morena antes de acercarse a ella y sacarle el dedo del broche –Joder, Jenna, ¿qué hiciste? –Tomó la delicada mano de la morena y acarició el dedo índice que en esos momentos estaba rojo –¿Te duele?

—Claro que sí, Allen –Arrebató su mano de la mano de la pelinegra y se llevó su dedo a la boca como si eso pudiera aliviarle el dolor.

—Deberías ser más cuidadosa – le dijo con reproche –Acércate, voy a quitarte eso

A regañadientes, Jenna se acercó hasta donde estaba la morena, quien tomó rápidamente el broche del chaleco salvavidas y en cuestión de segundos se lo quitó.

—Listo –Levantó el chaleco por la cabeza de la castaña para quitárselo y después lo votó dentro del bote –Vámonos.

Lo interesante de Sitka era que, a pesar de ser una ciudad pequeña, el lugar se veía como si fuese uno de los centros turísticos más importantes de todo Estados Unidos, y es que, la mayor parte de la ciudad tenía ese toque único y llamativo que hacía de Sitka un lugar precioso.

Todos los locales, a pesar de pertenecer a la familia de Maya, funcionaban bajo el mando de diferentes personas que eran totalmente ajenas a los Allen, y eso en lo personal, hacía que la castaña se debatiera sobre cuán importante era la familia de la pelinegra.

𝙇𝘼 𝙋𝙍𝙊𝙋𝙐𝙀𝙎𝙏𝘼 [JENNA ORTEGA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora