Routine
Capítulo 3: Maths time
La noche había traído consigo un manto de estrellas poco propio de la ciudad de Karakura. La polución solía hacer estragos con los pequeños puntitos que decoraban el cielo; los apagaba trayendo consigo un semblante oscuro que daba la bienvenida a los hollows que alzaban sus afiladas garras en contra de las almas inocentes.
Ichigo dirigió una nueva mirada hacia la ventana soltando un profundo suspiro, las horas pasaban y la shinigami no volvía a casa. Un pellizco de culpa se aferraba a su pecho. Podía ignorarla, poner la música alta hasta hacer retumbar las paredes, pero sabía que el motivo de que ella no hubiera vuelto era en parte cosa suya.
—¿No vendrá a dormir hoy? —preguntó Kon caminando por la habitación—. Eso no es propio de ella, siempre vuelve, aunque esté molesta.
—Cuando terminé vendrá.
—¿Terminar? —Sus mullidas extremidades provocaron un divertido sonido, dio un pequeño salto y se acomodó en el alféizar de la ventana—. ¡No me digas que la has abandonado a su suerte! ¿Cómo eres tan capullo?
El aludido enarcó una ceja, odiaba que le culpara de situaciones donde los dos solían ser los condenados detonantes. Rukia no destacaba por tener una personalidad dócil y él tampoco por una extensa paciencia. Por ello, cuando el tema de que algún día tendría que marcharse salió de nuevo a la luz terminaron alzando la voz uno por encima del otro. Para finalizar la discusión ella había decidido esconderse en el armario dejándole con la palabra en la punta de la lengua. Enfadado y sin un ápice de control de su propio juicio, se levantó de la cama, deslizó la puerta que los separaba y la aferró entre sus brazos. Atónita por su forma de actuar abrió los labios para replicarle, pero él ya la había aferrado con sus fuertes brazos y la aprisionaba contra el armario.
Un jadeo escapó de los labios de la shinigami cuando los suyos buscaron de una forma un tanto desesperada. Le resultaba imposible dar voz a aquella cantidad de sentimientos que afloraban en su pecho. Y más aún cuando estaban destinados hacia la mujer que apareció un día en su habitación para ni siquiera quedarse.
Cuando su aliento se mezcló con el suyo no pudo evitar cerrar los ojos. Quería quedarse con la sensación grabada en su cuerpo para esas malditas noches en la que estuviera en su pensamiento y no pudiera abrazarse a Morfeo. La inseguridad seguía latente en la palma de sus manos: seguía sin contar con demasiada experiencia en el ámbito sexual y temía dar un paso erróneo que lo alejara de ella.
Por eso, cuando desabrochó los botones de su pijama de manera torpe rogó porque ella no rompiera a reír a carcajadas. Para su sorpresa se limitó a soltar unos cuantos improperios relacionados con el deber; tiró de su camiseta sin mangas y cuando creyó que se alejaría como solía hacer en algunas ocasiones se perdió entre sus brazos.
Esa mañana llegaron tarde a clase, la señorita Fuwa no solo se había mofado de su horrible excusa, sino que les expuso para lidiar con unos problemas matemáticos que la Kuchiki no fue capaz de enfrentar.
Por ello seguía en clase y conociéndola estaría enfadada.
—Kon —llamó su atención—, no deberías hablar sin saber.
—Sé de lo que hablo —contestó más serio que de costumbre—. Los shinigamis no suelen relacionarse con los humanos. Es considerado tan alta traición como convertir a un adolescente en uno de ellos.
—Eso no tiene nada que ver con lo que estabas diciendo.
—Me preocupo por ella —insistió en segundas—. Sé que no me tomas en serio, pero suele callar mucho más de lo que dice.

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Routine
Fiksi PenggemarRukia perdió sus poderes la noche que Ichigo Kurosaki se convirtió en shinigami. Desde entonces es parte más de sus rutinas, sus incertidumbres y cada una de sus inquietudes. Vivir en la parte superior de la clínica Kurosaki debía ser fácil. Sin em...