Bath time

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Routine

Capítulo 2: Bath time

—¿Puedo salir ya?

Rukia torció los labios con cierta molestia. Odiaba esos días en los que debía seguir sus normas sin rechistar. Con el ceño fruncido y los brazos cruzados observaba como el idiota con el que compartía habitación hacía sus últimas comprobaciones desde el inicio de las escaleras. Cada vez que la oía protestar la fulminaba con la mirada de tal forma que ella ponía los ojos en blanco: si pensaba que se iba a achantar por ello, estaba de lo más equivocado.

—Todo despejado por el momento —susurró irguiendo su espalda—, tienes que darte prisa.

—Ya lo sé.

La shinigami retrocedió sobre sus pasos un tanto agobiada por la situación. Cada vez que llegaba ese momento del día, tenían que planificar muy bien su estrategia. De otra forma, su familia se daría cuenta que era una más junto al mobiliario. Y no solo eso, sino que dormía en la misma habitación que Ichigo.

«Le haría la zancadilla si eso no me quitara más tiempo»

Un tanto pensativa abrió la puerta corredera del armario, sacó el pijama rosa pálido que había tomado prestado de una de sus hermanas; junto a la toalla y algo de ropa interior. Cuando recibió un gesto afirmativo del hombre que disfrutaba de sus poderes, corrió por el pasillo hasta la segunda puerta a la derecha.

—Vigila y avísame si sucede algo.

—No seas pesada, sé lo que tengo que hacer.

—Yo no estaría tan segura —contraatacó con sutileza—. La última vez me escondiste entre tal cantidad de toallas, que no te importó cogerme como si me tratara de un saco de patatas.

—¿Y qué querías que hiciera, Rukia? —Se cruzó de brazos mostrando su ceño fruncido—. Yuzu no dejaba de llamarme para que fuera a cenar. Al final se cansó de insistir y subió a ver qué ocurría. Lo único que se me pasó por la cabeza fue esconderte entre ellas para poder llevarte a mi habitación.

—La próxima vez que tenga que hacer lo mismo, te meteré en un saco.

—Dudo que puedas.

La aludida frunció el ceño, tan molesta que no dudó en abrir la boca dispuesta a atacarle; el muy imbécil siempre quería llevar la razón por encima de todo lo razonable. Antes de que su voz se alzara por encima de sus cabezas, alguien le impidió que dijera lo que pensaba.

—¡Ichigo! —gritó su padre con tal fiereza que él chasqueó la lengua.

—Mierda —murmuró en voz baja—. ¡¿Qué quieres ahora, viejo?!

Los pasos de su padre, tan efusivos como de costumbre iban directos a su posición. La piel de la shinigami se erizó de tal forma que no supo cómo reaccionar. ¿Debía correr hasta el armario y hacerse invisible?

—¡Hoy es el día en el que veríamos las fotos de tu madre! —protestó con voz tan lastimera que no dudó observarle desde la planta baja—. Como hermano mayor tienes que estar presente e iré a por ti si no eres capaz de enorgullecerme. ¡Eres un Kurosaki!

Él retrocedió de una manera tan brusca que empujó a Rukia dentro de la habitación que era su meta. Ella se tambaleó de tal forma que tuvo que aferrarse a uno de los muebles del baño donde guardaban las toallas. En vez de quedarse fuera para lidiar con la breve discusión que tendría con el patriarca de la familia, quedó algo asomado a la puerta; lo suficiente para que solo se le viera un poco el cuerpo.

—¿Te ibas a dar una ducha?

—Sí —asintió con desgana—. Empezad sin mí, ahora bajo.

Isshin le observó durante unos largos minutos que para Ichigo fueron una auténtica eternidad. Movió las cejas en busca de una respuesta por parte de su padre: no sabía qué buscaba, pero no lo encontraría de todas formas.

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