the story of another us

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Draw me beside you,
where i’ll be to remind you,
we’re still first in line for the front row
of last resorts.

📌 Calchín, Córdoba, Argentina
Memories of 2014 !

Adelaida reía a carcajadas, mientras un pequeño Julián, divertido, la miraba con un brillo de admiración en sus ojos.

Era la tarde noche, de un frío invierno, y se encontraban caminando rumbo a la única canchita de fútbol que estaba en aquel pequeño pueblo.

Ambos habían adquirido aquella inocente costumbre. Cada vez que Julián jugaba un partido, junto a los demás pequeños que conformaban parte de ese club, ella lo acompañaba. Alentaba desde la tribuna con una emoción que poca veces era vista en Calchín.

Gritaba para apoyar a su mejor amigo. Le brindaba palabras de ánimo, que subían la adrenalina dentro del cuerpo de Julián. Lo que conllevaba a que el cordobés metiera tres o cuatro goles por partido.

—Espero que sepas que no cualquiera acompaña a su amigo cuando hacen tres grados bajo cero —habló una Adelaida de trece años, mientras los dientes le tiritaban del frío que tenía.

Julián sonrió, con los ojos brillosos y la abrazó por los hombros.

—Lo sé, y por eso te quiero mucho.

Él plantó un casto beso en la mejilla de su mejor amiga, y a la pequeña el rubor no tardó en subirle a sus pómulos. No sabía por qué, pero Julián tenía esos lapsos de tiempo en dónde podía alegrarle el día con tan solo un simple gesto que la dejaba embobada.

—También te quiero mucho, Ju... —Murmuró, avergonzada.

Tras despegarse de los hombros de Adelaida, Julián le tomó la mano con delicadeza y la arrastró por la calle de tierra que conducía a la canchita a la que tanto cariño le habían agarrado.

Cuando llegaron a aquel lugar, Julián dejó un ligero beso sobre la frente de Adelaida, para después comenzar a caminar hacia su lugar dentro de la cancha. Eso sí, no sin antes hablarle a Adelaida.

—Espero que sepas que no cualquiera te dedica todos los goles que hace —replicó Julián, con una sonrisa, al recordar el comentario que Adelaida había hecho más temprano esa tarde.

—Créeme que lo sé —aseguró Adelaida, feliz—. Pero, creo que tenemos que buscar una forma de que los festejes...

—¿Qué mejor que dedicartelos?

—Ju, hablo enserio.

—Yo también, chiquita.

La morocha sonrió al escuchar aquel apodo que sólo usaba Julián.

—Podrías hacer con la mano como hace el hombre araña, ya que por algo te dicen araña, Juli —propuso Adelaida, pensativa, observando como de a poco los demás jugadores comenzaban a llegar.

—¿Querés que haga como que tiro telarañas? —Carcajeó Julián, mirando como su amiga se encogía de hombros—. No es tan mala idea...

El silbato sonó, indicándole a ambos que el partido estaba a punto de iniciar. Julián miró y sonrió a Adelaida, se sacó el buzo que tenía puesto y lo tendió en dirección a ella, para luego correr dentro de la cancha.

—¡Para que no pases más frío! —gritó Julián, desde lo lejos, y Adelaida sonrió, mientras apretaba el buzo que ahora tenía en sus manos.

Adelaida caminó hacia las gradas, y buscó el lugar donde se sentaba siempre. Una vez que logró estar cómoda, analizó el buzo que su amigo le había dejado y lo pasó por su cabeza, en busca de obtener algo más de calor.

Resiliencia | Julián Álvarez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora