DOMINGO DE PASCUA.

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El roce o más bien el beso no dura mucho porque sienten pasos acercarse detrás de ellos

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El roce o más bien el beso no dura mucho porque sienten pasos acercarse detrás de ellos.
Se separan con los corazones latiendo acelerados, Lisandro baja la mirada a sus pies mientras que Cristian se queda totalmente duro mirando el patio donde su novio grita alguna hinchada de cancha.

-¡El que no salta...!‐

Se escucha a lo lejos.

-Volvimos- comenta Julián sentándose sobre las piernas de Enzo. -Acá tienen- comenta pasándoles las últimas latas que quedan.

-Gracias- se ve obligado a contestar Cristian porque el rubio está totalmente estático.

Se levanta un poco de su asiento y toma ambas latas, le da una a Lisandro y se queda con la otra.

-¿Todo bien?- pregunta Enzo con una seriedad impropia.

-Todo bien- responde Lisandro dándose cuenta de que si no habla, los sucesos iban a terminar expuestos.

Los morochos siguen jugando en el patio totalmente ajenos a lo que acaba de suceder entre Cristian y Lisandro.
El cordobés puede notar la tensión del menor de los Martinez por lo que, con total disimulo, toma su mano y la acaricia.
El rubio alza la mirada y ve que Cristian le dedica una sonrisa suave y sincera.

-Mirá que yo soy flan, pero estos dos me ganan por goleada- comenta Julián viendo al par que boludea en su patio.

-Totalmente, amor- ríe Enzo mirándolos.

Cristian y Lisandro están totalmente metidos en lo propio. El mayor le proporciona caricias a la mano del rubio quien las recibe relajándose por completo, siente que las cosas están bien y no quiere que se termine.

No pasa mucho tiempo hasta que Lautaro ruega por una cama por lo que empiezan a despedirse del dueño de la casa y de la pareja del mismo.
Caminan hasta la casa de los Martinez en silencio, la noche está bastante fresca, todos la disfrutaron.

-Sosteneme- pide Lisandro pasándole a Cristian, literalmente, el cuerpo de Joaquín.

Cristian ríe por lo bajo y sostiene a Correa y a su pareja, están demasiado ebrios para mantenerse parados.
Lisandro abre la puerta y juntos llevan a Lautaro hasta su habitación. Lo recuestan y replican la acción con Joaquín.
Una vez parados en el pasillo, justo en el medio de ambas habitaciones, Cristian toma la cintura del menor acortando la cercanía entre ellos.
Lisandro tiene que hinchar sus pulmones con aire mientras se acerca a su cuñado.

Las palabras están de más, y aunque tal vez hagan falta no quieren utilizarlas por el momento.
Cristian se agacha un poco por la diferencia de estatura y junta sus labios, encajan a la perfección, disfrutan el roce suave que a la vez es necesitado porque si son honestos; no saben cuanto tiempo llevan esperando besarse.
Lisandro se separa de los labios del mayor en busca de aire, acaricia la nuca de Cristian. Tiene una piel suave y tibia, además de sentirla por su propio toque en la nuca, el moreno rodea su cintura con sus manos por lo que puede recibir esa sensación de calidez transmitida en el agarre impropio.

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