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—¡Te amo!— exclamó ella —¡Te amo como nunca he amado a nadie en este mundo!

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—¡Te amo!— exclamó ella —¡Te amo como nunca he amado a nadie en este mundo!

El hombre se acercó a la figura femenina al otro lado de la estación, solo para mirarla de arriba a abajo sin expresión alguna. La pobre lloraba a cántaros, lloraba tanto que los hipidos y jadeos no la dejaban siquiera levantar la cara, manchando de maquillaje el bonito vestido blanco que se había puesto solo para despedirlo a él delante del ferrocarril. De pronto, sintió una mano sobre su cabeza que acarició sus cabellos, y le hizo alzar el rostro para dedicarle un mirar sorprendido a su amado, que ahora sonreía a la vez que aguantaba en lo más posible el agua al borde de sus ojos.

—Te prometo que volveré— aseguró, antes de que el silbato del tren hiciera el último llamado de aviso a sus pasajeros. Ambos giraron hacia el vehículo con rostros afligidos, como desearían tener más tiempo. Nuevamente, el hombre miró a la mujer de su vida, acunando sus mejillas antes de darle un beso tan profundo, pero con un amargo sabor a despedida.

—Nee-chan, esto es basura— escuché a mi hermanito quejarse a mi lado, sin embargo no le presté atención, estaba más ocupada limpiando las lágrimas que inundaban mis mejillas. — ¡Deja de llorar, esto es un insulto al cine!

—¡No te mueras en la guerra, Daisuke!— pedí en medio de mi lloriqueo. —¡Todo menos eso!

—Va a morir.

—¡Cállate, Satoru!— golpeé su hombro con suavidad, puesto que no tenía las fuerzas suficientes para hacerlo bien.

La película siguió su curso, cada vez más cerca de terminar. Satoru me sostenía la caja de pañuelos con hastío, mientras yo me limpiaba la nariz de forma ruidosa; el pobre rodaba los ojos cada vez que sonaba mis fosas nasales exageradamente. Sabía que el filme no era taaaaan bueno, pero qué puedo decir, soy débil ante la necesidad de separarse por amor y el bien del otro. Más pronto de lo que me hubiera gustado, los créditos hicieron aparición en la pantalla, y la música romántica con un gaje de melancolía bañó el ambiente oscuro de la sala de estar.

—Te dije que iba a morir— Satoru se rió de mi, estirándose a agarrar el control remoto del TV para apagarlo.

—Aún tenía la esperanza de que volviera a casa— suspiré con un puchero. —¿Por qué la apagas? ¿No quieres ver algo de terror? ¡Tenemos hasta muy tarde para nosotros dos!

—La verdad no sé si eso es motivo de celebración— mi mano se estampó en su cráneo en una colleja, por malagradecido. De fondo sus quejas hacían eco en la estancia, aunque debo admitir que fue gracioso verlo rascar su cabeza tratando de mitigar el dolor. —¡Nee-chan! ¡Duele!

—¿Quieres ver una película de terror conmigo sí o no?— volví a preguntar con el ceño levemente fruncido y un poco más demandante, tampoco lo necesitaba para disfrutar de ese buen género cinematográfico. Satoru solo me regresó la mirada, tenía las cejas arrugadas además de los labios fruncidos por mi rudeza.

𝗔𝗦𝗧𝗥𝗢𝗡𝗢𝗠𝗬 ›› Kageyama Tobio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora