Diana no sabía lo que acababa de pasar en su vida. Claude últimamente estaba distante, más frío de lo común. Ya ni siquiera la visitaba. ¿Acaso había llegado una nueva mujer? No, Claude nunca haría algo así, ¿verdad? Él la amaba, ¿cierto?
En el corazón del palacio, Calista gemía bajo el dolor del parto. Las parteras y sus asistentes se movían con urgencia, ayudándola en su momento más vulnerable. La concubina imperial y futura emperatriz de Alger Obelia estaba a punto de dar a luz.
"Puje un poco más, señorita Calista", le instaba una partera.
Calista miró a la anciana con enojo, su rostro tenso por el dolor.
"¿Qué demonios crees que estoy haciendo, idiota?", gritó, asustando a la pobre mujer.
Mientras tanto, el emperador Claude caminaba nervioso, su corazón ansioso por conocer a su heredero. El parto se demoraba, y su impaciencia crecía.
"Su majestad, calmérese, el príncipe o la princesa nacerá pronto", le dijo una partera.
Claude la miró, y ella tembló.
"¿Por qué demoran tanto?", preguntó, su voz llena de preocupación. "Calista debería haber dado a luz ya."
Felix, el caballero imperial, intervino para tranquilizar a su amigo.
"El parto de la señorita Calista es complicado, majestad. Tenga paciencia, es su primer bebé."
Claude se sentó, aún impaciente, pero dispuesto a esperar. Solo quería ver a su amada, asegurarse de que estaba bien.
Horas pasaron hasta que finalmente se escuchó el llanto de un bebé. Claude se levantó, su corazón brincando de alegría.
La puerta se abrió, y una señora mayor, con velo en su rostro, cargaba a la pequeña princesa.
"Felicidades, su majestad", dijo. "Es una princesa."
Claude tomó a su hija en brazos, y su corazón se derritió. Era la criatura más hermosa que había visto.
Pero pronto recordó a Calista. ¿Estaba bien su amada?
Entró rápidamente en la habitación, con su bebé en brazos. Felix lo siguió, preocupado por la bella mujer de cabellos blancos.
Mientras tanto, el caballero imperial veía la escena, celoso y triste. Tal parecía que el destino no estaba de su lado... ¿O tal vez sí?
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Como ..como demonios era una niña ?!.
Calista se quejaba mentalmente, mordiendo su dedo índice con frustración.
"¿Cómo demonios es una niña?", se preguntaba, su mente en ebullición. Estaba segura de que era un varón, no una niña.
"No puede ser, no puede ser, es imposible...", se repetía, cogiendo su cabeza con desespero.
"Sofia, ¿dónde está la bebé?", preguntó, su voz llena de impaciencia.
La fiel sirvienta se acercó, nerviosa.
"La princesa está con el emperador Claude", respondió.
Calista la miró, seria.
"Quiero verla. Trae la rápido", exigío.
Sofia asintió y salió de la habitación.
Calista esperaba con ansiedad cuando vio entrar a Claude, feliz con la bebé en brazos.
"Querida, ya decidí por fin el nombre de nuestra princesa", exclamó Claude. "Se llamará Esther de Alger Obelia."
Calista lo miró, enojada.
"Pero... nuestra hija debería tener un nombre que signifique inmortal, ¿no lo crees?", sugirió.
Claude sonrió.
"Entiendo, pero Esther es demasiado lindo. Su significado es hermoso: 'Estrella del desierto'. Ella es mi estrella en todo este desierto y tú eres mi Luna que alumbra mi noche", dijo, acercándose para darle un beso en los labios.
Calista pensó: "Qué ridículo...".
No iba a contradecir a Claude; este hombre era raro.
"Está bien... supongo", dijo, dando un casto beso.
Claude le ofreció la bebé.
"No quieres ver a nuestra estrella?", preguntó.
Calista tomó a la bebé, mirándola con desinterés.
Tenía los ojos azules como su padre, pero más oscuros, su piel pálida y sonrojada. Su cabello rubio casi blanco brillaba como espuma de mar.
