¿Quién besa a una persona con cinco minutos de conocerle? Pues parece que París Coli, lo haría. Una chica directa y con unas cuantas cosas por descubrir. Y tal parece que Asher es el más interesado por descifrar que pasa por la mente de esta chica...
Dos. No. Tres. ¿O sería que iba por el cuatro? ¡Por la torre de París!. Malvado insomnio del asco. Estaba contando ovejas para ver si podía dormir, pero fue todo un fracaso, no pude concentrarme lo suficiente y perdí la cuenta. Me encontraba pensando en unas cuantas cosas, lo más probable es que eso sea la causa de mi pérdida de sueño. ¿Desde cuándo las noches se hacen tan pesadas? Desde que entré a la adolescencia tal vez.
No sé ni en qué pienso, lo más probable es que no tenga ni sentido. ¿Todos pasaremos por esto? No tengo la menor idea. Tengo miedo, o ese sentimiento de no querer perder a nadie. Miedo de que al crecer todas las personas que conozco se vuelvan extrañas, tengo miedo de perder personas. Miedo de sentir que no tengo a nadie más que a mi familia, miedo de perder a mis mejores amigos. Tengo ese sentimiento dentro de mí, como si estuviera dejando ir algo, tal y como si estuviera atravesando un duelo. Y aunque nada se ha ido, y no he perdido nada aún, me siento así.
Y será la noche con su insomnio perfecto, con sus formas tan convincentes de quitar el sueño. Si será ella con su forma de seducirme con cada segundo. Se dice que las noches son más románticas cuando estás en compañía, pero me temo que para los que estamos solos es un pequeño augurio.
Me levanté de la cama sintiendo el frío colándose por la planta de mis pies, muy a pesar de no ser frío lenta. Abro un poco las cortinas para así poder ver aquella esfera en el cielo nocturno, pero si será mi inspiración, y casi que por intuición me llevé la mano al cuello, tocando aquella media luna que muy rara vez me quitaba. Ese lindo satélite iluminado por la luz del sol, pero para mí sin duda ella siempre brillaría con su luz propia aunque la ciencia me diga lo contrario. Y si me lo preguntasen, responderé lo que desean escuchar, aunque dentro de mí tenga mi propia filosofía.
Ni yo misma comprendía aún el por qué tanto afecto a dicha maravilla, creo que eso es una razón, el no saber ni por qué me gusta la hacía más especial.
Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco...seis...
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Estábamos en la clase de química, para ser más específica en el laboratorio. Esto sin duda es lo más divertido, usábamos unas gafas protectoras especiales y unas batas blancas, tal como las de un científico de esos que aparecen en las pelis, es asombroso. Es una maravilla estar aquí, hay muchas cosas aparte de los utensilios que se necesitan para hacer los experimentos. Al entrar te encontrabas con seis mesas grandes, donde se podían sentar cuatro alumnos – por supuesto cada uno con su pareja de asiento como si estuviéramos en el salón –, había un fregadero donde te podías lavar las manos y por supuesto fregar los utensilios. Algo que me repugnaba era ver las repisas con ciertos animales disecados, por lo que no le prestaba la mayor atención. Habían unos estantes gigantescos, donde estaban todos los frascos con los químicos, y por supuesto había uno especial para los reactivos – que por supuesto solo los manipulaba el profe –. Nada estaba cerrado bajo llave, porque nadie sería tan idiota como para agarrar algún frasquito de esos.